Existe una enfermedad por la que (normalmente de forma paulatina aunque a veces pueda ser abrupto) los músculos de una determinada zona dejan de obedecer la voluntad de la persona como si se rompiera la conexión neurológica. Así se explica la distonía focal que, si bien podría afectar a cualquiera, se ceba con colectivos como los actores, cocineros, cantantes o músicos.
Éstos últimos, cuando perciben que les fallan los músculos, «siempre lo atribuimos a que hay que estudiar. Se cree que es por una falta de preparación, pero lo que hace es empeorar, acentúas la enfermedad», explica Gerard Beltrán, fagotista de la Orquestra Simfònica de Balears y miembro también de la junta directiva de la Asociación de Músicos Profesionales de Orquestas Simfónicas (AMPOS), de donde es el encargado de salud laboral.
Por poner un ejemplo práctico, «es como cuanto te falla un pasaje musical porque no colocas bien el dedo y crees que no lo has preparado lo suficiente. La nota está equivocada pero insistes sin saber que es peor», explica.
El diagnóstico de la distonía del músico es cada vez más habitual, aunque de momento sigue infradiagnosticada sobre todo porque no está reconocida como una enfermedad profesional, y ésa es una de sus principales batallas con el Ministerio de Sanidad que ya estaría sobre la mesa.
«Están por la labor, nos aseguran que esto debe reconocerse ya pero temen los retrasos que suponen las elecciones o un posible cambio de Gobierno, pero en año y medio podría estar reconocido», confía Gerard Beltrán.
El músico explica que el Estatuto del Artista, aprobado el pasado mes de febrero, «recogía que en menos de seis meses debía crearse una comisión de las enfermedades profesionales y, contra todo pronóstico, se hizo», relata.
En este sentido, Beltrán explica que muchas de las enfermedades que sufrimos como son la epicondilitis, el túnel carpiano o la cervicalgia, están reconocidas para otras profesiones dentro del listado del Ministerio, bajo la coletilla ‘cualquier otra profesión susceptible de sufrirlas', «se puede asociar los códigos, como se hizo con las camareras de piso».
La distonía, sin embargo, no se recoge como enfermedad profesional. A los músicos de cuerda les afecta a las manos, «a la derecha sobre todo en el caso de los guitarristas entre los que hay mucha incidencia», añade Beltrán. También es habitual entre los músicos que tocan instrumentos de metal, a ellos les afecta a la musculatura de la boca.
La mejor prevención, señala, pasa por unos buenos hábitos de estudio. «Los movimientos repetitivos son el gran problema, les pasa igual a los deportistas», así pues «la repetición en el estudio puede llevar a una mayor incidencia», indica. Y es que ser músico no se trata de «machacar, es un error». Contrariamente a lo que inculcan en muchos Conservatorios, «hay que hacer lo necesario», recomienda el también profesor, quien cree que la presencia de fisioterapeutas o educadores posturales en las escuelas de música son esenciales.