El ex canciller de Austria, Christian Kern, (Viena, 1966) es hijo de una secretaria y un electricista, estudió Periodismo y Ciencias de la Comunicación en Viena. Desde 2010, fue presidente del consejo de administración de la empresa nacional de ferrovia ÖBB. En 2016, el socialdemócrata fue nombrado canciller federal como sucesor de Werner Faymann. Ocupó el cargo hasta finales de 2017. En 2018, se retiró de la política y volvió a dedicarse a los negocios. Ha visitado Mallorca para asistir a la reunión del consejo asesor de la empresa Zachert Private Equity, en el Castillo Hotel Son Vida.
¿Cuál es la forma correcta de dirigirse a usted? ¿sr. Kern? ¿sr. canciller federal? ¿sr. ex canciller?
—Bueno, se sabe que en Austria tenemos debilidad por los títulos. Una vez que tienes uno, incluso te entierran con él y queda debidamente registrado en la lápida (risas). Creo que oficialmente me llaman ex canciller federal. En Austria se dirigen a mí como Herr Bundeskanzler (sr. canciller), pero realmente no lo necesito, Christian Kern es suficiente para mí.
Usted se convirtió en canciller federal de la noche a la mañana en 2016 (tras la renuncia de Werner Faymann en medio de las elecciones presidenciales). ¿Cómo cambió entonces su vida?
—Fue un punto de inflexión. De repente eres una persona pública que pertenece a todo el mundo y apenas tienes un minuto tranquilo. Como directivo, estaba acostumbrado a semanas laborales completas, pero como canciller federal es aún más extremo. Esto tiene una gran influencia en la vida familiar y los amigos. Pero siempre lo he visto como un privilegio y un enriquecimiento. Hoy veo el mundo de otra manera.
La política austriaca ha vivido numerosos escándalos en los últimos años. ¿Cómo lo explica
—Desgraciadamente, lo que hemos vivido es una corrupción de la élite política, pero también de la élite económica. El problema en Austria es que la sana distancia entre la política y los negocios, pero también entre la política y el periodismo, se disuelve constantemente, lo que sin duda también tiene que ver con la pequeñez del país. Por desgracia, cuando todo el mundo se conoce, a veces caen los estándares morales y éticos. Eso debería ser una lección para las futuras generaciones de políticos.
Usted se considera un admirador de la política alemana...
—¡Sí! Por supuesto, sé que allí siempre hay discusiones y que muchas cosas se ven con ojos críticos, pero todo está relacionado con una gran seriedad.
Actualmente vivimos crisis mundiales con la guerra de Ucrania, pero también con el enfrentamiento cada vez más grave entre Estados Unidos y China. ¿Cómo debe posicionarse Europa en estos conflictos?
—La guerra de Ucrania es horrible y políticamente sólo hay opciones malas entre las que elegir, pero no hay alternativa a nuestras acciones actuales. Es preocupante que, poco a poco, estemos entrando en una confrontación cada vez más profunda con Rusia: primero negociamos carros de combate, ahora ya hablamos de aviones. Incluso aceptamos en la UE que Crimea sea liberada de nuevo. Hay buenos argumentos para ello, pero por desgracia cualquiera puede ver que lo peor puede no haber pasado todavía. Espero que todo se siga haciendo con cierto sentido de la proporción.
Usted lo llama sentido de la proporción, hace tiempo que se acusaba al canciller alemán de titubear...
—Puedo entender que el Gobierno alemán haya querido sopesar primero algunas cuestiones. El problema de los políticos alemanes en la UE es que todo el mundo les señala. Ése es siempre el problema del socio más grande y fuerte, sobre todo si no toma las riendas de la acción. Pero a menudo también es un problema de comunicación.
Y EEUU, China...
—Nuestro dilema es que somos muy interdependientes. Una ‘visión de desacoplamiento' es más problemática para Europa que para los estadounidenses. Tenemos interés en cooperar con China. Pero en algunos sectores, como la producción de chips o la fotovoltaica, existe sin duda una dependencia que debemos reducir. Tenemos que encontrar un equilibrio. Por un lado, estar preparados en caso de que se recrudezca el conflicto, y por otro, continuar la cooperación. Mientras tanto, en India está surgiendo una nueva superpotencia, en la que gobiernan no sólo demócratas intachables. En este contexto, en Europa necesitamos una política de fortaleza económica para posicionarnos mejor frente a estos países , y, de paso, frente a Estados Unidos también. La fortaleza militar será entonces la consecuencia lógica.
¿Cuál es su visión de la Unión Europea?
—A menudo tenemos una actitud depresiva en Europa, como si todo estuviera al borde del colapso. Sin embargo, la UE ha demostrado muchas veces que es capaz de actuar. Nos enfrentamos a grandes retos, sobre todo tecnológicos, pero tenemos todo en nuestras manos para superarlos. No podemos dormirnos en los laureles y necesitamos una política que no sólo nos diga verdades agradables, sino que también nos transmita que merece la pena esforzarse.
¿Qué le parece Mallorca y cuál es su conexión con la Isla?
—He estado aquí en varias ocasiones, es un lugar fantástico, mágico. La infraestructura es estupenda. Es cómodo y al mismo tiempo es un lugar pintoresco: tienes tranquilidad sin que ello suponga renunciar al ajetreo de la vida. Tengo entendido que muchos alemanes han encontrado aquí el lugar perfecto para un segundo hogar.