Marga Portell todavía se siente rara cuando se mira en un espejo. Rubia platino toda su vida y, ahora, con 69 años, luce un pelo castaño con canas. Es el resultado de 30 sesiones de radioterapia y un tratamiento a base de pastillas para luchar contra un tumor cerebral en fase 4 que le diagnosticaron en mayo del año pasado. No es una novata en esto de luchar contra el cáncer, se enfrentó a un tumor en un pecho en 2017. Lo superó con nota. En su familia, desgraciadamente, también ha habido casos. Su madre y una sobrina fallecieron por culpa de esta enfermedad; dos sobrinos consiguieron superarlo; ahora uno de sus hermano también está en tratamiento: «Hay días en que quieres que todo acabe, pero al final encuentras un motivo para seguir adelante», asevera Portell.
Las previsiones que maneja la Asociación Española Contra el Cáncer en Baleares (AECC) no son halagüeñas: en España habrá 330.000 diagnósticos de cáncer en 2030. Un diagnóstico cada 1,8 minutos. En las Islas, por ejemplo, supondrá que habrá 8.072 diagnósticos. ¿Cómo evitarlo? La prevención es la herramienta más eficaz para aumentar la tasa de supervivencia. Marga Portell no quiere hablar de futuribles, quiere centrarse en el día a día: «Un día llegué de vacaciones, fui a mi revisión anual con el ginecólogo y me enfrenté a un montón de pruebas hasta dar con el diagnóstico que nadie quiere escuchar. La palabra cáncer suena fatal al otro lado de la mesa de la consulta», recuerda Portell.
Una operación de mama y 15 sesiones de radioterapia le permitieron seguir con su vida. Lo que no esperaba es que el año pasado, poco antes de la habitual revisión de los cinco años, volvería a pasar por una experiencia similar. Y todo comenzó con dos caídas tontas y un paseo en el que Marga no dejaba de irse a la izquierda, en lugar de seguir recto. Durante la Pascua fue de excursión con unas amigas. Llevaba unos días muy cansada, no le dio importancia. Cuando pararon a comer, se sentaron en un banco y Marga cayó para atrás como si fuese un muñeco sin vida; era totalmente consciente de que caía, pero no pudo evitarlo.
Nunca pensó que el cáncer volvería a llamar a su puerta. Pero cuando le contó al médico que al andar se iba sistemáticamente a la izquierda, que se sentía muy cansada y se notaba lenta al hacer cualquier actividad, hubo pocas dudas del diagnóstico: un tumor cerebral en fase 4. «Volver a estar enferma es un jarro de agua fría. Sabes que tu vida va a cambiar; sientes miedo y te preocupa tu familia, porque vas a volver a ser una carga, aunque te digan que no lo eres», confiesa Marga, a la que ya han operado y se ha sometido a un nuevo tratamiento con radioterapia, 30 sesiones en total. «Me dijeron que podrían fallarme los brazos o las piernas, pero dos días después de operarme ya estaba haciendo los ejercicios que me había dicho el médico. Soy una alumna aplicada», agrega sonriente, su excuñada, presente en la entrevista y uno de sus pilares en estos momentos, lo confirma con la mirada.
Vivo ejemplo de la resiliencia, Margalida Portell asegura que «el tratamiento me da vida. No es broma, es un paso más. Y aunque he pasado un verano durísimo, echa polvo, cada vez que tengo que ir al hospital pienso que ya estoy más cerca de acabar Eso sí, mis familiares ya saben que no quiero que los médicos hagan nada para mantenerme con vida si lo voy a pasar mal, mejor que me dejen ir», apostilla esta mujer coraje, que este sábado será una de las personas que lea un manifiesto, con motivo del Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer, en un acto organizado por la AECC, a las 11 en Ses Voltes.