De seguir todos los consejos alimenticios en internet, acabaríamos por restringir todos los alimentos, incluso el agua. En la ciberesfera hay opiniones y expertos de todo tipo: desde los que demonizan los hidratos de carbono y el azúcar, a los que advierten de los peligros de los productos de procedencia animal, los alimentos alcalinos o, incluso, los cocinados. Tanta información abruma y confunde hasta el extremo de la desorientación en lo que a alimentación saludable se refiere. Por si fuera poco, existen ciertos factores, como la ortorexia, los Trastornos de Conducta Alimenticia (TCA) o ciertas experiencias que dificultan aún más la relación (a priori, sencilla) que mantiene una persona con la comida.
Aunque el estar sufriendo o haberse recuperado de un TCA es uno de los principales factores de riesgo, no hace falta pasar por uno de ellos para que la comida provoque un verdadero tormento. Simplemente el haber estado a dieta o estar expuesto constantemente a comentarios ajenos, críticos acerca del cuerpo u obsesionarse con un estilo de vida sana enrevesan la para muchos fácil decisión acerca de lo que comer o dejar de comer. Desde darse atracones por la noche, o comer con ansiedad a a restringir las cantidades de alimentos en demasía; eliminar de la dieta algunos alimentos o macronutrientes sin prescripción médica (carbohidratos, proteínas o grasas); compensar comidas copiosas con ejercicio o saltar comidas tras ingerir algún capricho son algunos de los síntomas o pensamientos que presentan quienes mantienen una tormentosa relación con la comida. No se trata de baladí, pues, además de provocar angustia, pueden derivar en un trastorno por atracón, en una ortorexia, anorexia o bulimia. Es, por tanto, primordial para quien lo sufre ponerle remedio cuanto antes.
Comer de todo, con moderación
La nutricionista Almudena Martín recomienda comer sin preocupaciones si la base de la alimentación son productos naturales y no procesados, libres de químicos, azúcar y sal. También propone no restringir ningún grupo de alimentos si no es por prescripción médica: ni carbohidratos ni dulces, siempre todos ellos en su justa medida. «Hay que comer de todo, con moderación», insiste la nutricionista.
Para disipar posibles dudas, Martín propone utilizar el concepto de «El plato de Harvard» como base para las comidas: un cuarto del plato de proteínas (carne, pescado, lácteos, tofu, seitán, frutos secos); un cuarto de hidratos de carbono (pasta, patatas, pan...) y la mitad restante, de verduras. Aún así, es importante que si no se es capaz de normalizar uno mismo la relación que mantiene con la comida, pedir ayuda a un profesional (psicólogo o nutricionista) para que esta primera fase no desemboque en un trastorno alimenticio.