En tan solo unos días miles de niños y niñas regresarán a la aulas después de más de dos meses de vacaciones. Sin duda, estas semanas son de vital importancia para los alumnos, que muchos de ellos se enfrentan a una nueva etapa llena de cambios. También lo es para los padres, que tienen que tomar algunas decisiones, ayudar a los niños a recuperar algunos hábitos e incluso afrontar con ellos posibles miedos. Según los expertos, estos son los diez puntos que todos los padres y madres deberían tener en cuenta para empezar el curso con buen pie:
1. El proceso de adaptación
Después de las vacaciones, volver al día a día, incluyendo los horarios estrictos del colegio o el instituto, se nos puede hacer muy cuesta arriba. Los expertos recuerdan que lo extraordinario son las vacaciones, por lo que «volver a la rutina debe ser un proceso natural que podemos anticipar algunos días recuperando ya horarios similares, aunque no sean iguales, a los de la escuela», aconseja Jordi Perales, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación y tutor del máster universitario de Dificultades del Aprendizaje y Trastornos del Lenguaje de la UOC.
Sylvie Pérez, también profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, advierte que lo que importa de las vacaciones es que hayan sido un tiempo de ruptura de las rutinas habituales del día a día relacionado con los horarios escolares, «y ser conscientes de que esto, que es positivo para todos, es el que a la vez debe ayudar a afrontar el regreso a la escuela asumiendo de alguna manera que los primeros días serán difíciles para todos». Según la profesora, esta es una buena manera de prepararse siempre que no se viva desde la angustia o la nostalgia por lo que dejamos, sino afrontando como «lo que hay en ese momento, que es el regreso a la tranquilidad o la vorágine de las rutinas diarias».
2. Los grupos de WhatsApp de la escuela
Resulta casi inevitable no formar parte de uno de estos grupos de padres de los compañeros de los niños. Los expertos coinciden en que el problema no es el instrumento, sino el uso que se hace. Nati Cabrera, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, explica que una cosa es mantener buenas relaciones con la comunidad de padres y otra convertir la relación entre padres en una agenda paralela que evite que los niños hagan el esfuerzo que deben hacer para asumir sus responsabilidades.
3. Extraescolares, ¿sí o no?
Los expertos afirman que resulta positivo dejar que los niños desarrollen los intereses en lo que quieran, y si les gusta la música o el deporte, apuntar a clases extraescolares en estas u otras disciplinas en las que tengan interés es buena idea. Pero esto es así siempre que tengamos presente que estas actividades extraescolares no deberían ser «repasos» para que puedan sacar mejores notas, señala el tutor del máster universitario de Dificultades del Aprendizaje y Trastornos del Lenguaje de la UOC. «La adquisición de las competencias en primaria y secundaria corresponde garantizar a los centros educativos. No hacemos ningún favor al alumno obligándole a repetir algo por la tarde cuando la misma cosa la ha hecho por la mañana », dice recordando que una cosa es un pequeño refuerzo temporal, y otra muy diferente, institucionalizar las clases de repaso.
4. ¿Qué conlleva ceder imágenes de los niños en la escuela?
En la mayoría de los centros educativos, al comienzo de curso se suele pedir el consentimiento de los padres para poder hacer fotos a los niños e informar a los representantes legales de las actividades realizadas, o bien, utilizarlas para hacer publicidad del centro por medio de redes sociales o medios de comunicación. Obviamente, cada progenitor decide qué quiere hacer, sin embargo, si el menor tiene más de catorce años, será él mismo quien dará el consentimiento. Por debajo de esta edad, es necesario el consentimiento de los representantes legales. Pero, para determinadas actuaciones el criterio será tener en cuenta la madurez del menor para determinar quien decide. Pero sean los padres o el hijo mayor de catorce años quien lo proporcione, esto no es un cheque en blanco. En cualquier caso el uso de la imagen de un menor debe estar delimitada por la finalidad que determina la Ley Orgánica de Educación, es decir, la función de educación y orientación propia de los Centros docentes.
5. Si hay cambio de compañeros, ¿qué podemos hacer si en este nuevo curso no encontrará los compañeros de siempre?
La recomendación de los expertos es confiar en la capacidad de sociabilización del niño. «Lo que es más importante es no contribuir al drama que para ellos puede representar al principio la situación», señala la profesora, y añade que también es buena idea ayudarles a generar un autoconcepto correcto de sí mismos, haciéndoles saber en que tienen potencialidades y en que pueden mejorar o deben hacerlo.
6. Ayudar con los deberes o dejar que los hagan ellos
La ayuda, si es necesario, siempre es positiva. Pero no son los padres quienes deben hacer los deberes. Como explica Perales, los deberes son una actividad de refuerzo que los docentes encargan a los alumnos de acuerdo con lo trabajado en clase. Por lo tanto, todos los alumnos, aunque sea teóricamente, saben hacerlos. Otra cosa diferente es que los padres faciliten el momento, la situación, el espacio, y alguna pequeña explicación y todo si es necesario.
7. ¿Horarios estrictos en casa o flexibilidad?
Depende de la edad que tengan, Pérez. Según la profesora, en etapas como el final de la secundaria, y la enseñanza postobligatoria, los alumnos han tenido que aprender a autogestionarse el tiempo, deben saber en qué momento hacen mejor las tareas o cuánto tardan a hacerlas. Pero si hablamos de sus primeras tareas, puede ser conveniente acompañarlos a encontrar y conocer de qué manera los va mejor y poco a poco ir generando autonomía en este sentido. Después, a medida que crecen, «también hay que hacer un ejercicio de confianza compartida con los niños y niñas, trasladar la obligación de hacer las tareas que tengan ellos. Si las hacen y cumplen, no deberíamos ser invasivos », señala.
8. El cambio de etapa
Pasar de primaria a la ESO o de la ESO al Bachillerato puede generar ciertos miedos. Ante una situación que parece nueva, es normal que haya incertidumbre. Pero la verdad es que los alumnos saben desde que son pequeños qué itinerario harán en la escuela y el instituto. «Todos los alumnos saben ya a primero o segundo de primaria que, tras sexto, vendrá el instituto con la ESO. Por lo tanto, han podido anticipar estos cambios. Lo que genera incertidumbre es la no anticipación, no el hecho del cambio en sí», recuerda Perales. Precisamente por ello, es una cuestión de la que podemos hablar con tiempo, «dando espacio a la conversación en torno al que cambiará y lo que preocupa. Es positivo intentar convertir la transición en algo necesario, obligatoria, natural y compartida por el resto de compañeros de su mismo curso explicándoles que tanto los que vendrán después como los de cursos superiores también deberán hacerla o la tuvieron que hacer », dice la profesora.
9. ¿Cómo se debe tratar la angustia?
Según los expertos, es normal que hayan sentido que cada curso es «mucho más duro» que lo que acaban de terminar, y es cierto. Como explican, es necesario que cada curso sea más difícil que la anterior «por la sencilla razón de que, por simple desarrollo evolutivo, cada año que pasa, el alumno es capaz de solucionar cuestiones más complejas», comenta Perales. Sin embargo, tanto docentes como familias deben prestar atención a la evolución de cada alumno «para poder adecuar las decisiones sobre los niños según como respondan a cada situación. Si una familia detecta situaciones de angustia, lo notificará al profesor asignado, para que pueda actuar en consecuencia», advierte.