Martina no deja de sonreír de oreja a oreja mientras la llevan por el supermercado eligiendo comida para llenar el carrito en el que la transportan. Tiene seis años, pero la mentalidad de un bebé de varios meses de edad. Nació con una anomalía congénita, una delección cromosómica que le ha causado una discapacidad intelectual y física. Lleva pañal, tiene problemas de conducta y le cuesta andar durante mucho tiempo. Algo tan simple como hacer la compra se ha convertido para sus padres, Toñi y Jesús, es toda una prueba de fuego. Por eso, haber logrado que su supermercado habitual, en la zona de Son Oms, haya adquirido para Martina un carrito de la compra adaptado, más ancho de lo habitual debido a su tamaño y su edad, se ha convertido en toda una celebración en casa de los Contreras-Narváez.
«La gente que no tiene una discapacidad o no está a cargo de una no llega a saber cómo es nuestro día a día. Piense que los carritos de la compra están pensados para llevar a niños muy pequeños, no a críos como la mía, que ya es grande, pero no se la puede tratar como tal. Es curioso, vas a un centro comercial y te encuentras con carritos con forma de tren o adornados con banderitas para que los niño se diviertan, pero no hay ninguno adaptado a las circunstancias de mi hija», lamenta Toñi Narváez, madre de esta pequeña, que ha logrado tras varias quejas formales que se haga un transporte adaptado a las necesidades de Martina. ¿Es una victoria? «Solo una pequeña batalla ganada, queda mucho que lograr», advierte esta madre.
Salir de compras o de paseo es toda una prueba de fuego. Martina lleva pañal, hay que cambiarla muchas veces y los cambiadores están pensados para bebés, no para niños de 6 años. A Toñi le ha tocado cambiarla más de una vez de forma improvisada en el suelo del baño, en su furgoneta o en un banco. Esto ha hecho que más de una vez le llamaran la atención por hacerlo. «No es suficientemente dura tu situación, como para encima encontrarte con gente tan obtusa que no ve más allá», denuncia Toñi, al tiempo que recuerda que los centros comerciales no tienen cambiadores inclusivos, pero tampoco los edificios de la Administración pública, ni tan siquiera el hospital de Son Espases.
En este sentido, la familia de Martina admite que muchas veces opta por no salir para no tener que enfrentarse a situaciones embarazosas. «No pido mucho. Contar con un pequeño espacio donde haya una camilla y una cortinilla para tener algo de intimidad. No somos los únicos. Niños, personas con discapacidad o mayores con movilidad reducida o incontinencia se enfrentan a la misma problemática. Somos muchos en Mallorca. Los políticos hablan mucho de inclusión, pero queda tanto por hacer...», finaliza esta madre.