Todo el mundo parece recordar qué hacía aquel día. No el día en que mataron al presidente Kennedy –que así empieza la novela Odessa de Frederick Forsyth–, sino el día14 de marzo de 2020 en que se reunió el Consejo de Ministros para declarar el estado de alarma por el coronavirus.
La noticia de que eso iba a ocurrir ese sábado, con efectos inmediatos a partir de la medianoche, estaba ya en todos los periódicos, circulaba por las redes sociales y se reflejaba no sólo en los rostros y en las conversaciones, sino que ya algunos comercios no habían abierto y los que sí lo habían hecho echaron el cierre a lo largo de la jornada. Cuando, ya de noche y más tarde de lo anunciado, el presidente Sánchez compareció por televisión para explicar el alcance de aquella medida, nadie dudó de que estaba ante algo para lo que tenía manual instrucciones.
Casi todo el mundo parece recordar lo que hacía aquel sábado. No lo ha olvidado la presidenta Francina Armengol, que recuerda que en un Consell de Govern del día 13 ya se habían adelantado algunas restricciones y cierres. Y también «los contactos permanentes» con el Gobierno de España y su reclamación de que se cerrasen todos los puertos y aeropuertos de las islas, «algo que –dice– parecía impensable, pero que conseguimos y finalmente fue decisivo para frenar la propagación del virus».
No lo ha olvidado Aina Calvo, que días atrás había asumido el cargo de delegada del Gobierno. «Era un reto enorme, desconocido, con contactos permanentes y llamadas», recuerda dos años después. Y añade que «es imprescindible conservar lo que hemos aprendido» y saber de «nuestra fragilidad, pero también de la importancia de la cooperación».
Programación suspendida
No olvidará aquel sábado el director del Teatre Principal de Palma, José Ramon Cerdà. El día anterior al 14 se decidió suspender toda la programación sin saber por cuánto tiempo: «Estaban montando el Tirant, que se estrenaba esa noche, y les dijimos que no continuaran». Carteles de una temporada de ópera que se frustró (con mujeres con la boca abierta, como si respiraran retando al coronavirus) presidieron la fachada del teatro todo el estado de alarma, que se prorrogó seis veces.
El recuerdo de aquel sábado sigue en millones de personas que vieron como su vida cambió. Xisco Planas, empresario y organizador de eventos gastronómicos, tiene una tienda especializada en vinos en el Mercat de s' Olivar. Antes de que se declarara el estado de alarma, «por responsabilidad y viendo lo que venía», cerró una pequeña barra que ya nunca más volvió a abrir, centrando luego su actividad en la venta de vinos en tienda. El local se llama D'Origen.
Cualquier persona tiene historias que contar de aquel día y de los siguientes. Historias sobre cuál fue su sensación la primera vez que se vio en una calle vacía; de cómo descubrió que tener un perro fue un salvoconducto para pasear; o de qué sintió la primera vez que la policía le pidió ‘papeles'; o de cómo se acostumbró a hacer colas para todo; o de cómo vio hacer acopio de papel higiénico... O recordará que llovió el primer día laborable del estado de alarma. O que aprendió a hablar de balcón a balcón. O que, ya que estaba, compró un periódico y se lo guardó para recordar.
El apunte
Un día que duró casi cien y que todavía no se ha ido del todo
El decreto de 14 de marzo de 2020 en que se declaraba el estado del alarma –noticia que ya adelantaban ese sábado los periódicos como éste– fijaba un plazo de 15 días que podía prorrogarse. De hecho, fueron 98 días de estado de alarma que incluyeron periodos de «alivio» o «fases de desescalada». Un día se establecían paseos por franjas horarias según la edad; otro, abrían peluquerías; otro, terrazas de los bares. Y así se llegó a junio con idea de afrontar una «normalidad» que no llegó del todo. Todavía hoy se mantienen algunas limitaciones y la mascarillas siguen para interiores. Pero hay vacunas.