Una de las piezas del ‘caso Palma Arena' que quedó en nada persigue ahora a los candidatos conservadores en el Tribunal Constitucional, sobre todo a Enrique Arnaldo. El abogado pasó en febrero de 2010 por el juzgado del juez Castro imputado en la macro causa. El motivo fueron tres informes que el Govern de Matas pagó a su despacho, Estudios Jurídicos y Procesales, entre ellos uno para poner en marcha IB3 y otro sobre gastos electorales. Los informes eran sospechosos pero estaban fuera del plazo de prescripción. Sin embargo, Arnaldo libró de peores consecuencias por poco.
En 2007 su bufete contrató a Matas a su salida del Consolat camino de Estados Unidos. El expresident recibió entonces más de 50.000 euros. El juez y las acusaciones investigaron dos hipótesis: que esos pagos sirvieran para blanquear o que Matas recibiera ese dinero por no hacer nada como compensación por favores previos. Esos posibles delitos hubieran hecho saltar la prescripción. Ninguna de las dos opciones llegó a confirmarse del todo y, ante las dudas, la pieza 5 del Palma Arena fue archivada y está en algún lugar del Juzgado de Instrucción 3.
Arnaldo, que ya ha sido confirmado por el Congreso para ocupar una plaza en el Constitucional, explicó que contrató al expresident por sus conocimientos en Medio Ambiente, aunque se dedicó a buscar comisiones por compraventas en Belice y a negocios en Paraguay, Uruguay, Panamá o Brasil. Estos vínculos con el expresident también alcanzan al candidato conservador a la presidencia del Constitucional, Pedro González-Trevijano que comió un día con Matas, quien entonces buscaba algún enganche en la Universidad Rey Juan Carlos, de la que el candidato era entonces rector.
Estos antiguos vínculos con Jaume Matas han provocado una polémica que ha obligado a dar explicaciones a los dos candidatos ante la Comisión de Nombramientos del Congreso. PP y PSOE han cerrado filas en torno a los dos nombres incluidos en el acuerdo entre ambas formaciones para renovar el órgano constitucional. Arnaldo, en especial entra tocado en su nuevo puesto. Doce años después del estallido del Palma Arena, el expresident aún es tóxico.