En 1958, entre Cavalleria y la Illa des Porros, en Menorca, un vell marí (Monachus monachus, foca monje en castellano) y diversos delfines atacaron redes de pesca para hacerse con las capturas hasta que los pescadores resolvieron el conflicto a tiros, causando la muerte de los mamíferos marinos. El mismo año, dos guardias civiles mataron un ejemplar en Cala Tuent (Escorca). Son los últimos datos ciertos de la presencia del vell marí en cada Isla. Posteriormente ha habido en Balears observaciones muy esporádicas, no todas suficientemente contrastadas, probablemente de ejemplares norteafricanos divagantes.
A partir de 1958, pudo considerarse que el vell marí estaba extinguido en Baleares. Actualmente es una de las diez especies más amenazadas del planeta. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza la cataloga como especie en peligro de extinción. Según estimaciones de 2013, quedarían unos 600 individuos entre la costa sahariana, Madeira y el Mar Egeo.
El biólogo Francesc Avellà, en su Informe sobre la foca monje en las Islas Baleares, relata hasta 45 acciones humanas, 25 de ellas en Mallorca, que, desde 1915, acabaron en captura y muerte de ejemplares. La tipología de estas acciones es muy diversa: disparos, dinamita, garrotazos, golpes con el palo de un timón, atrapados y ahogados en redes de pesca, cuchilladas, hachazos, lanzándoles rocas desde lo alto de acantilados cuando descansaban en la costa... Incluso se ideó un collar de hierro con puntas que se clavaban en la garganta del animal si intentaba introducir la cabeza en una nasa de pesca.
Avellà explica que «seguro que se mataron muchos más ejemplares, pero no hay constancia de ello, del mismo modo que es de suponer que otros que habían quedado atrapados en artes de pesca fueron finalmente liberados. Sin embargo, hay que admitir que la actitud de los pescadores hacia el vell marí era de bastante animadversión, nada pacífica, por no decir de guerra total. Ya en 1913, el zoólogo Ángel Cabrera expresó su preocupación por el exterminio del vell marí en Balears».
Incluso el Arxiduc relata la caza de vells marins con disparos o con el uso de «un fuerte anzuelo unido a una cuerda muy resistente».
Avellà indica que «es probable que hubiera tantos vells marins ahogados por artes de pesca como muertos por acciones humanas deliberadas, es decir, con toda la voluntad de acabar con su vida. Por ejemplo, numerosos ejemplares morían en las llamadas morunes, artes de pesca que se calaban sobre todo en los meses de mayo y junio para capturar servioles. El animal no sabía salir y acababa ahogado». Con anterioridad, en el siglo XIX, con unas costas mediterráneas más humanizadas, las relaciones entre el vell marí y el hombre se incrementaron, para desgracia del mamífero. Los pescadores pretendían el mar para ellos solos, existían armas de fuego y los vells marins fueron activamente perseguidos y despiadadamente masacrados. Además de las capturas no intencionadas, sus refugios fueron violados, se prepararon trampas y, como ya se ha comentado, se recurrió a las armas de fuego y la dinamita.
El apunte
Usos que no se consolidaron
Uno de los usos tradicionales de las pieles del ‘vell marí’ era la confección de petacas para tabaco. En la imagen de la derecha se observa una petaca hecha con la piel de un ejemplar cazado en Cala Pí a finales del siglo XIX. En ocasiones hubo intentos de utilizar su piel para la confección de zapatos o de aprovechar su grasa para elaborar aceites sin demasiado éxito. Realmente, el ‘vell marí’ era duramente perseguido al ser considerado un competidor para la pesca.