Como una plaga, hasta una veintena de personas 'okupan' ya las cuevas naturales de la zona de Son Verí situadas en el mismo torrente, las que hay en el bosque, en primera línea de costa o en el Pont des Jueus. Además, los vecinos alertan de que el asentamiento chabolista, que no deja de crecer en el bosque desde hace un año debido a la pandemia del coronavirus, agrava el clima de inseguridad en la zona del arenal de Llucmajor y en las urbanizaciones cercanas.
El problema no es solo la 'okupación', que ya resulta preocupante, sino que sus ocupantes están transformando las cuevas 'a placer', aunque estén protegidas o en suelo rústico. Con un simple recorrido por la zona, Ultima Hora ha descubierto una cueva convertida en un apartamento de lujo con vistas impresionantes al mar; una casita en el bosque con placas solares incorporadas y dos grutas más reconvertidas en viviendas, hasta el punto de que las han tapiado, les han colocado una puerta de entrada e incluso una ventana de pavés. Un chalet en toda regla a coste cero.
El Ajuntament de Llucmajor, por su parte, tiene conocimiento de lo que sucede en la zona, un problema que se arrastra desde hace años, pero asegura tener «las manos atadas» a la hora de frenar la situación. Servicios sociales recuerda que la mayor parte de estos 'residentes' viven motu proprio al margen de la sociedad, y aunque han intentado que regularicen su situación, todos prefieren vivir así. Es el caso de una pareja británica que lleva años en Son Verí, con estudios, y creen que con alguna prestación económica, a la que le gusta vivir de esta manera, y siempre rechaza cualquier acercamiento de los técnicos del Consistorio.
«Si no forman parte del sistema, no pueden acceder a ninguna ayuda y, por lo tanto, resulta harto complicado sacarlos de las cuevas», lamenta Gabriel Rojo, concejal de Servicios sociales de Llucmajor.
Admite también Rojo que los trámites legales para llevar a cabo una desocupación pueden alargarse durante años si aseguran que la cueva es su vivienda habitual o, peor aún, si llegan empadronarse, algo que la ley nacional permite, por rocambolesco que suene leerlo.
Un chalet con vistas al mar y todo lo necesario para vivir
Hasta el momento sólo ha habido un detenido, y durante unas pocas horas, por 'okupar' ilegalmente estos espacios naturales. En 2019, un ciudadano polaco, muy conocido en el Arenal de Llucmajor, fue acusado por la Guardia Civil de un delito contra la ordenación del territorio.
Este hombre llevaba varios años habitando una cueva frente al mar, transformándola con sus propias barreras de piedra, una escalera e incluso carteles donde prohibía el paso a las personas y a los perros. Además, en uno de los carteles llegaba a exigir 'silencio' a visitantes y residentes. Ver para creer.
La transformación llegó a tal punto, que la infravivienda, recordemos, en primera línea de mar, contaba con cocina, sala de estar, cuarto de baño exterior y electricidad gracias a un generador.
Este ciudadano polaco no tardó en quedar libre al alegar no tener lugar para vivir. Volvió a esta gruta, que siguió habitando hasta hace unos meses, cuando desapareció sin dejar rastro, según los vecinos, y el ayuntamiento, que seguía su caso. Pero la cueva ha vuelto a ser habitada, aunque nadie tiene constancia de por quién. Los alrededores están limpios y la arena rastrillada a diario. Su nuevo inquilino, una incógnita hasta el momento.
Asentamiento chabolista
Si no fuera suficiente con la 'okupación' de las cuevas, la Asociación de Vecinos Amics de S'Arenal lleva semanas alertando de que se está creando un nuevo asentamiento chabolista detrás del instituto, al tiempo que denuncian que la basura se acumula en la zona y que hay una plaga de gallinas silvestres que no se trata como debiera.
El pasado 23 de septiembre presentaron ante el Consistorio de Llucmajor una instancia, denunciando las basuras que se van dejando en estos asentamientos, y solicitando la actuación del ayuntamiento con más medidas medioambientales y sociales.
Coral es una de las recién llegadas a este asentamiento. Tiene 24 años y lleva tres meses viviendo con su pareja y sus perros en este poblado de chabolas, que no deja de crecer, en medio del bosque de Son Verí, en medio del bosque. Prefiere no salir en cámara, pero sí está dispuesta a hablar. No tiene trabajo, ahorros ni familia en la Isla. Por supuesto, no puede pagar un alquiler y sobrevive gracias a la ayuda de los servicios sociales y Cáritas, que conocen su situación. Sabe que este verano le va a tocar malvivir allí, aunque el calor hace imposible aguantar mucho bajo techo.
El Ajuntament de Llucmajor ha tomado cartas en el asunto y advierte de que la pandemia del coronavirus está cambiando el perfil del 'okupa' en Son Verí, pasando de los extranjeros con un estilo de vida neo hippie y adicción al alcohol, que normalmente no molestaban a nadie, a un nuevo tipo de 'residentes', mallorquines o de la península, con problemáticas más graves. La polémica está servida.