Ana Orantes, Nevenka Fernández y ahora los expertos suman un nuevo nombre a las denuncias del maltrato en los medios: Rocío Carrasco. Las pantallas de televisión se han llenado estos días con la voz de una mujer, mediática y con alto poder adquisitivo, que asegura que es víctima de violencia machista.
Y este testimonio ha contado con un efecto secundario inmediato: las llamadas para denunciar el maltrato se han disparado en Mallorca desde el 21 de marzo, cuando empezó a emitirse en Telecinco el documental Rocío: contar la verdad para seguir viva.
Perfil
Según María Durán, directora del Institut Balear de la Dona (IB Dona), «del 1 al 16 de marzo se recibieron 135 consultas telefónicas en el IB Dona, es decir, nueve mujeres cada día. Desde el 17 al 31 de marzo, en la segunda quincena, se han recibido 185, es decir, 12,5 víctimas al día. No tengo ninguna duda de que el documental de Rocío Carrasco ha incidido en el incremento de llamadas». Desde la Policía Nacional y la Policía Local advierten que aún no disponen de las cifras.
Rosa Cursach, directora insular d'Igualtat i Diversitat, señala que «he visto el programa documental y en Sálvame, cuando hablan del tema de Rocío Carrasco, se anuncia el teléfono contra el maltrato, el 016, por lo que no es de extrañar el aumento de llamadas».
El perfil de Carrasco parece inusual: es hija de una artista reconocida, ha nacido entre cámaras, se le supone una economía holgada y ha vivido un divorcio tormentoso que se ha retransmitido por televisión y en las revistas del corazón. Sin embargo, el 21 de marzo, después de años de escuchar la versión de su ex marido, Antonio David Flores, Carrasco ha dado su propia versión en la que habla por primera vez y de manera abierta de maltratos psicológicos y físicos. Al margen del circo mediático de Telecinco, cadena que por otro lado durante décadas acogió a Flores, el testimonio de Rocío Carrasco parece, en opinión de los expertos, bastante creíble.
«El de Rocío Carrasco es el perfil de las mujeres que viven en un estado casi permanente de violencia. Vive en un constante ataque a la autoestima, el aislamiento, y sobre todo, ese bisturí diario en el que cada día se le hacen pequeños cortes. Hasta el punto de que asimila la violencia, la normaliza y se culpabiliza porque a las mujeres nos han educado para culpabilizarnos de todo».
Para Esperança Bosch, profesora de Psicología Aplicada de la UIB y especialista en violencia contra las mujeres, advierte que «el hecho de que una mujer conocida declare su situación de maltrato ayuda y visibiliza. Habrá mujeres que se sientan identificadas, que digan ‘eso me pasó a mí y ahora entiendo por qué me sentía mal'. Espero que este documental ayude a la protagonista». Otra cuestión es «el tratamiento que esté dando la cadena a este tema. Un cosa es que sea una entrevista con expertos y otra muy distinta, que se convierta en un folletín donde se busque audiencia. El espectáculo y la víscera no me gusta».
Para Bosch, «los medios cambiaron la conciencia de la gravedad del maltrato en el caso de Ana Orantes», una mujer que en 1997 apareció en Canal Sur para relatar su vida bajo el continuo maltrato. Trece días después fue asesinada por su ex marido.
Toni Colom, técnico del área de Justicia Social, Feminisme i LGTBI de Palma cree que «al margen de que se trata de prensa rosa, está bien que estos ejemplos salgan en televisión. Es un grano de arena más para lograr la igualdad». Aunque no tenga un efecto inmediato, Colom cree que habrá más denuncias.
Tipos de violencia machista
Física: Es la más visible. Cualquier acto por el que se inflige un daño físico a la víctima con la agresión directa.
Psicológica: Humillaciones y ataques psicológicos llevan a las víctimas a sentirse hundidas, minusvaloradas, caer en depresiones y ansiedad.
Sexual: Muchas veces acompañada de violencia física, es cuando una persona es forzada o coaccionada a realizar actividades sexuales en contra de su voluntad.
Económica: Se basa en reducir los recursos económicos a la pareja o la familia como coacción e impedir que tenga sus propios medios para mantenerse.
Patrimonial: Usurpación o destrucción de objetos, bienes y propiedades de la víctima para dominarla o producirle un daño psicológico.
Social: Aisla a la víctima de su familia, sus amigos e incluso se le aparta del trabajo.
Vicaria: Se basa tanto en la agresión a los propios hijos como en las amenazas y el daño psicológico que padecen por la observación de la violencia de género entre progenitores.