–«Estuve cuatro días ingresado en el hospital de Son Llàtzer y al quinto, un celador me dijo: ‘Súbete a esta camilla, que nos vamos a la UCI'. Yo le pregunté que por qué.»
–«'Te van a poner en coma inducido', me comentó.»
A Toni Sánchez, policía local de Palma, no le gusta que le llamen valiente, héroe o campeón. «Yo no he ganado nada», dice. «Yo soy un superviviente de la COVID-19». El agente, de 51 años, estuvo 55 días en la UCI de Son Llàtzer, donde ingresó el pasado 20 de marzo.
El policía fue de las primeras personas en Mallorca que contrajo el virus. «Me contaron que yo fui el quinto paciente que ingresó en Son Llàtzer siendo positivo de COVID-19 y el primero en entrar en la UCI. Es algo que nunca te esperas. Piensas que no te va a tocar, pero por desgracia fui de los primeros. Y es una lucha que ganas sin darte cuenta porque estás a merced del virus», cuenta Toni, que ya se ha recuperado y se reincorpora hoy al cuartel de San Fernando tras un año de baja.
El agente estuvo una semana confinado en su casa con fiebre tras dar positivo. Al ver que no mejoraba su estado de salud acudió al hospital. Estuvo casi dos meses ingresado en coma inducido y hubo dos momentos críticos. «El respirador estaba a toda potencia y no me entraba oxígeno suficiente para seguir respirando», recuerda.
A lo largo de aquellos 55 días su cuerpo dormía, pero el cerebro seguía funcionando. «Soñé mucho. Me acuerdo que soñaba que estaba en una UCI en Son Rapinya y que me atendían enfermeros y doctores a los que puse nombre. También soñé que España estaba siendo bombardeada por Egipto y Libia».
Toni no vivió el confinamiento porque pasó abril y mayo durmiendo en la UCI. «Lo cumplí al pie de la letra, no salí del hospital», bromea el policía, que perdió 22 kilos. «Una enfermera me dijo que no daba un duro por mí, pensaba que me quedaban horas de vida».
El agente despertó el 6 de mayo. Sin movilidad, sin habla y muy confuso. Mezclaba los sueños con la realidad. «Cuando desperté pedí a una enfermera que me pusiera las noticias porque quería saber cómo estaba el tema del bombardeo a España».
–¿Tiene algún tipo de secuela?
«Me quedó una. El nervio cubital de la mano derecha, que se me quedó pinzado por una mala posición cuando estuve en la UCI y me lo operaron».
A los negacionistas, Toni les invitaría a pasar un día en la UCI, «sin molestar a nadie, para que abrieran los ojos y vieran la gran labor humana que hacen los sanitarios por nosotros».
El agente cumplió 51 años el segundo día que abrió los ojos tras salir del coma inducido. Ha sobrevivido a la COVID-19 y a un cáncer que superó en el año 2014. «Si fuera un gato, ya habría gastado dos vidas; me quedan cinco», dice entre risas.