Definitivamente, la pandemia ha superado al Govern. El virus está oxidando la gestión de Armengol, que lleva demasiados días anunciando prohibiciones que difícilmente se van a poder cumplir. Desde que se agravó la crisis sanitaria, el goteo de nuevas restricciones ha sido incesante. Y también confuso.
Empezó todo con el anuncio del cierre de bares, restaurantes y centros comerciales (que todavía no es efectivo) y se supone que se zanjó (¿?) este lunes con el anuncio de que quedan prohibidas las reuniones no convivientes en Mallorca e Ibiza.
El Ejecutivo balear sabe de sobra que carece de medios para que se cumpla su enésima regla, como muchas otras que ha ido tejiendo desde que se inició la crisis sanitaria, y apeló de nuevo a la responsabilidad individual.
En este escenario, no es fácil encontrar en Mallorca a un par de ciudadanos que puedan recitarle con exactitud como comportarse durante la tercera ola, entre otras cosas, porque el Govern de Armengol también tiene un problema de comunicación, casi con toda seguridad, derivado de sus dudas para enfrentarse a un enemigo del tamaño de la COVID-19. Sino sabes muy bien que hacer es difícil poder explicarlo bien.
Para algunos obervadores, la crisis del Hat Bar, supuso algo más que un golpe a la credibilidad de la presidenta. La dejó anímicamente tocada. Portar el timón desgasta, pero Armengol ha perdido energía y también la iniciativa.