El payés, gracias a su producto de kilómetro cero a prueba de confinamiento, se ha convertido en uno de los celebrados protagonistas de esta nueva situación. Ante el temor de un posible desabastecimiento alimentario, los agricultores mallorquines, acostumbrados a pelear con un producto importado a precios imposibles, han sabido reinventarse con la distribución a domicilio y la comercialización on line. Con 18 puntos de venta en la Isla, Agromart es el ejemplo de que el sector agrícola puede coger el toro por los cuernos y vender él mismo sus producción a un precio justo. Rafel Figuera es uno de los socios fundadores de esta cadena de alimentación que demuestra cómo el productor puede vender su propio producto local sin intermediarios. El bolsillo del consumidor lo nota. La salud y el paladar, también.
¿Cuándo y por qué nació Agromart?
— Nació el 21 de octubre de 2010 fruto de la fusión de dos empresas familiares de Porreres: la nuestra y la de nuestro amigo Tomeu Lliteres. Nuestras empresas eran las productoras más importantes de la Isla e iban al mismo canal de distribución, a mayoristas de Mercapalma. 2011 fue el primer año de producción de Agromart: éramos 100 personas y producimos más que nunca pero ganamos menos. La solución no pasaba por ser grandes productores y que un tercero controlara el canal de distribución. Con eso, abrimos una tienda en Porreres, la primera de las 18, que nos abrió los ojos: nos ayudaba a defender lo que se vendía en la tienda, a tener un precio justo, a tener la opinión de primera mano de los clientes. En 2015 dejamos de producir para terceros y vendemos nuestros producto y el de otros agricultores en nuestras tiendas.
En los últimos años han expandido sus tiendas por toda la Isla.
— Hasta 2015 tuvimos dos canales de distribución, con cinco o seis tiendas. En 2019 abrimos cinco tiendas. Hoy tenemos 18 y el año que viene se abrirán dos más. Son los mismos clientes los que te piden que abras cerca de ellos. En verano, gente de Ciutat veranea en sa Ràpita. Nos compraban en Campos y muchos nos pedían que abriésemos en Palma. Muchas veces nos hemos basado en sus consejos.
Venden directamente del payés al consumidor sin intermediarios. ¿Sale a cuenta?
— Si uno puede defender sus producciones es mucho mejor. Si dependes de un tercero o un cuarto se encarece el producto. El pagès cobra un precio muchas veces poco digno y el consumidor lo paga caro.
¿Es posible pagar un precio justo a un pagès y que el bolsillo del consumidor no sufra?
— Esa es nuestra gran demanda. Como no hay precio mínimo en las producciones, eso hace que tengas que vender por debajo del coste. Y quien regula eso es la oferta y la demanda. Aquí en verano, hay muchos kilos de fruta y verdura. Pero este año mismo con la COVID no vienen tantos turistas y bajarán los precios. Es el caso del melón marina o los tomates. Si no se regulan los precios, nos seguirán pagando a precios de chiste.
Con el virus y todo lo que ha conllevado, ¿hay un mayor aprecio por el producto local?
— Una de las cosas buenas que hemos sacado de este confinamiento es que la gente se ha dado cuenta de la importancia que tiene la soberanía alimentaria. Si no fuese por los payeses, no comeríamos. Les hemos llevado la comida hasta a puerta de su casa. En momentos de crisis como este, para la gente lo más importante era la subsistencia. Sin fútbol podemos vivir. Sin un payés no. Ahora, como sorpresa grata, hay un runrun a favor del producto local, por los payeses y ganaderos de aquí.
Con iniciativas como la de Agromart, ¿es posible incrementar las hectáreas de cultivo en Mallorca en pos de esa soberanía alimentaria?
— Más que por aumentar en hectáreas, apostamos por la calidad. Ahora no movemos tantos kilos para grandes superficies o por hoteles. Apostamos por la calidad.
Hay una nueva hornada de agricultores y ganaderos en la Isla. ¿Qué perfil tiene?
— Cada año hay nuevas incorporaciones de jóvenes. Suelen ser hijos de padres payeses. A estos jóvenes les aconsejo que antes de poner en marcha una explotación encuentren el punto de venta. Una vez que tienes el producto en la mano necesitas venderlo en tres o cuatro días. Y si no tienes punto de venta o un precio cerrado, en el mercado te esperan con el cuchillo en la mano.