El director de la Fundació Jaume III, el menorquín Joan Pons Torres está en el centro de la crisis que padece la entidad creada para defender las modalidades lingüísticas y la cultura de Baleares, y posicionada claramente en contra del catalanismo. La entidad, creada en 2013, vive estos días sus días más amargos, después de que hayan dimitido cinco de sus 14 patronos y varios miembros hayan dejado la entidad «decepcionados con lo que está pasando».
El detonante de la crisis es el movimiento Mos Movem y la creación de la Societat Civil Balear, entidad hermana de Societat Civil Catalana, con lazos con el partido de Ciudadanos. El sector crítico acusa a Joan Pons de organizar en la propia sede y con recursos de la Fundació la protesta de Mos Movem del pasado febrero en Palma, cuando la entidad ni siquiera se había adherido a la misma. Asimismo recuerdan que él está contratado por la Fundació (con un sueldo de 2.000 euros al mes) y en lugar de dedicar su tiempo a la entidad, lo ha hecho a otras causas, entre ellos a organizar esta manifestación y a impulsar Societat Civil Balear. De allí que le acusen de «deslealtad» y de «desvirtuar» y «politizar» la Fundación, cuyo objetivo central es cultural.
Todo ello provocó que el pasado miércoles en la reunión del patronato el que era portavoz Joan Font Rosselló pidiera la dimisión de Joan Pons Torres, alegando que «no ha cumplido los objetivos planteados», en parte por culpa de dedicarse a otros fines. Al final no se llegó a votar la propuesta, por el veto de Pons Torres y sus afines. Font Rosselló presentó su dimisión junto a otros cuatro patronos, entre ellos el hotelero (y el que aporta gran parte de los fondos de la Fundació) Gabriel Barceló Oliver.
El director de la Fundació Joan Pons asegura a este diario que él «está a las órdenes del patronato» y que no hará declaraciones «hasta que éste decida qué actuaciones emprende antes estas acusaciones». Joan Pons quiere quitar hierro al cisma existente, hasta el punto que en las comunicaciones internas de la Fundació alega que tres de los cinco dimitidos (entre ellos Barceló) no se fueron por discrepancias con él, sino «por su edad».
La crisis ha estallado ahora, pero el problema viene de meses atrás, cuando Joan Pons «aprovechando» que era el secretario de organización de la entidad «movió los hilos» para hacerse con el control de la Fundació, aseguran sus críticos. Una vez consumada la fusión de la Jaume III de Mallorca con las asociaciones Foment Cultural de Menorca y la de Eivissa, para crear una Fundación que abarcara todo el archipiélago, hace poco más de medio año se cambió la junta directiva. Joan Pons logró tener de su lado a la mayoría de los patronos, entre ellos al presidente Fernando Fortuny, y fue nombrado director de la entidad, siendo una de las cuatro o cinco personas que tienen un contrato laboral de la Fundació.
De Menorca solo hay dos personas en la directiva: él y su padre, Antoni C. Pons Bosch. Otros 10 son de Mallorca y dos de las Pitiüses. Además de director de la entidad, Joan Pons fue nombrado vicepresidente segundo de Baleares y presidente de la Fundació en Menorca.
El sector crítico cree que Joan Pons no solo busca controlar la Fundació, sino también el movimiento Mos Movem, para integrarlo en la recién creada Societat Civil Balear. En este sentido, recuerdan las discrepancias con la que fue portavoz de Mos Movem en Mallorca, Manuela Cañadas, que junto a otros ya ha dejado el movimiento al considerar que se estaba politizando en exceso.
«Mucho juego sucio»
Junto a los cinco patronos dimitidos, en los últimos días se han dado de baja varios miembros de la Fundació Jaume III, que ven que la polémica no ayuda a cumplir el objetivo por la que fue creada la Fundació. Este es el caso del actual concejal del PP de Ciutadella, Diego Pons Pons, que es miembro de la Fundació desde hace casi cinco años.
Afirma que se «va disgustado», y aunque es verdad que también hay motivos personales, ha decidido dar un paso al lado, tras el cisma que hay en la entidad. Declara que no es partidario de ninguno de los dos sectores y lamenta que «se están mezclando muchas cosas que desvirtúan lo que tiene que ser la Fundació; veo que no va por buen camino y que hay mucho juego sucio», afirma Diego Pons.