Síguenos F Y T L I T R

Alboroto en el Consolat al ver a Juli Fuster y Patricia Gómez convertidos en sucedáneos de Bauzá

Juli Fuster y Patricia Gómez.

| Palma |

Tenía que pasar. Hacía tiempo que la duocracia Juli Fuster (director general del IB Salut) y su pareja Patricia Gómez (consellera de Salut) no armaban un cacao de tres pares de narices. Pero llegó el día. Esta pareja sentimental, militantes ambos del PSIB e incrustados en sus poltronas por decisión de Francina Armengol, constituyen el principal poder fáctico-público del Archipiélago, ya que controlan y manejan casi la mitad del presupuesto de la Comunitat Autònoma. Conforman por tanto, una intocable duocracia.

Y tan omnímodo es su poder y prepotencia, y tan escasamente luminosas sus ideas, que no tuvieron otra quimera que impulsar una resolución que no exija el conocimiento del catalán a médicos y enfermeras. Es decir, pura escuela José Ramón Bauzá. Mucho mérito y nulo requisito. Es decir: ancha es Castilla. Este martes, al enterarse del último zarpazo de Juli y Patricia, Més entró en furia y advirtió al Consolat que con la exigencia del catalán no se juega y que la presidencia del Govern está para hacer política progresista de verdad y no para vender mortadela. Había auténtico ataque de nervios en el Grupo Parlamentario econacionalista.

El Consolat, pillado en pijama, reaccionó a todo pistón y ordenó a la pareja de sanitarios-políticos que diesen marcha atrás. Dicen las malas lenguas que se escucharon griterío y tacos de grueso calibre en la planta noble del edificio de Passeig Sagrera. No atendieron a excusas de presiones por parte de un sector de los médicos y las enfermeras. Por primera vez, la duocracia de Salut fue obligada a cuadrarse. La palomas volaban altas por la plaza Atarazanas, con los tímpanos afectados por tanto alboroto.

No es para menos. Hace cuatro años, la izquierda se lanzó a la calle contra la política lingüística de José Ramón Bauzá. Hubo dos magnas manifestaciones, una de las cuales supero las cien mil personas. Los chillidos de protesta de aquellas concetraciones contra el PP fueron tan potentes que se escucharon por el este casi en Cerdeña y por el oste por poco llegan a Cuenca. Mallorca era una camiseta verde. Tal empuje acabó por echar al boticario marratxiner del poder. Francina fue llevada en volandas al Consolat.

Por eso Més entró este martes en estado catatónico. «¿Cómo es posible que el PSIB nos la haya jugado de esta manera?», bramaban los econacionalistas. Pronto descubrieron que la realidad es otra. En la Comunitat Autònoma hay dos poderes: el Govern y el Ib-Salut. El primero es compartido. En el segundo manda Juli, que hace y deshace a su antojo, con mando hasta para poner en ridículo la política lingüística del Pacte. Toma ya. Ni Bauzá iba tan suelto en sus buenos tiempos, cuando le montaban protestas por todos los pueblos y le tiraban huevos.

Además, Més ha recibido en los dos carrillos por los polémicos contratos otorgados a su mimosín Jaume Garau, que provocaron incluso una crisis de Govern. Mientras, los contratos de Salut campan a su viento sin que nadie mueva un dedo. Menos mal que el Consolat ya ha empezado a soltar tacos porque el Ib-Salut ya es un poder autónomo intocable.

El masacrado Bauzá llegó a decir en sus tiempos que no quería parientes en el Govern. Pero en Salut hay duocracia, pareja en mando en plaza de primer orden, de cúpula entre las cúpulas, de recursos suficientes para asar una vaca. Y prepotencia para pasarse por el arco del triunfo el famoso requisito y rebajarlo a la subcategoría de mérito. Juli y Patricia son poder donde lo haya. Y el Consolat tuvo que reaccionar tan rápido porque se había quedado con una mano delante y otra detrás.

Relacionado
Lo más visto