«Pablo se ha equivocado en la campaña electoral. Todo lo que no sea prometer el referéndum a los catalanes es regalar votos a la CUP. Atacar a Mas y no ofrecer alternativas no nos beneficia». Eso es lo que afirmaban destacados miembros de Podemos en Mallorca justo después de las elecciones del 27-S, que dieron unos resultados a «mediocres» a los podemitas catalanes. Y parece ser que Iglesias les escuchó. En las generales del 20-D Iglesias se fue a Catalunya y ofreció el referéndum de autodeterminación, si bien indicando que él pediría el no. El resultado de esta promesa fue espectacular: su formación se convirtió en la primera fuerza del Principat.
Este es el principal temor de los partidos incluidos en Junts pel Sí, con Mas y Junqueras a la cabeza, de cara convocar nuevas elecciones tras el portazo de la CUP y la dimisión de su líder, Antoni Baños. Hay miedo a esta nueva convocatoria, sobre todo si el podemismo consigue convencer a Ada Colau para que se convierta en cabeza de lista. Esta posibilidad produce más temblores en Junts pel Sí que todos los desprecios que provengan de Madrid, porque es Ada Colau la que podría acabar, tal vez por mucho tiempo, con el anhelo de una mayoría absoluta independentista, única manera de poder sacar adelante el procés.
El gancho de la promesa del referéndum mueve montañas. Sobre todo porque luego es «imposible» que pueda llevarse a cabo, sobre todo de una manera vinculante. pero mientras, el ascenso del Podem catalán es en la práctica el más sonoro castañazo al ya complicado camino catalán hacia una cada vez más lejana independencia.
Los que han aconsejado a Iglesias aferrarse a la promesa de un referéndum que luego resultará prácticamente imposible de realizar, «han acertado de manera plena», afirman miembros de Podemos en Mallorca porque «mucha gente puede mantener limpia su conciencia como independentista pero por el otro lado está en condiciones de votar a una opción que propone política social y soluciones de izquierdas». En la práctica, eso significa que el independentismo de Mas y Junqueras pierde cada vez más fuerza mientras que en Madrid computan el voto a Podemos como «en el fondo contrario a la independencia». A su vez, el fenómeno Colau puede cosechar votos de diferentes espectros políticos, «incluidas personas que han dado hasta ahora su apoyo a Ciudadanos». Mientras, la tradicional burguesía catalana, encuadrada junto a Mas en Democràcia y Libertad, empieza temblar porque podría ceder la Generalitat a una presidenta o presidente podemita, (o al menos teniendo la llave de la gobernabilidad) de ideología de extrema izquierda, mientras ven alejarse, en la práctica, su añorado proceso de independencia al que ya no podrán controlar.
En este contexto, el referéndum prometible pero irrealizable se ha convertido en ácido sulfúrico para un Junts pel Sí, cada vez más contra las cuerdas. El viejo mensaje de Lenin de transformar la lucha nacional en lucha de clases se está haciendo realidad en Catalunya. No es la primera vez que les ocurre. Y el gran beneficiario, en el fondo, es el Madrid altivo que se frota las manos cada vez que los catalanes se la pegan de bruces contra sus propias ilusiones.