En octubre de 2010, el Ajuntament de Palma decidió trasladar el rastro de la ciudad a una explanada del polígono de Son Fuster, junto a la vía de cintura.
Desde entonces, el tradicional mercado de segunda mano, oportunidades y objetos antiguos ha ido perdiendo su interés. Cada sábado disminuye la afluencia. Los tiempos de gloria en las Avingudes han pasado.
El lugar es inadecuado, carece de aparcamiento y la oferta de productos carece de interés, entre otras razones, porque su procedencia, en demasiadas ocasiones, es dudosa, según denuncia la asociación Amigos del Rastro. Además, la crisis ha convertido el lugar en un punto de encuentro de aquellos que tratan de buscar un modo de subsistencia, muchos objetos llegan salidos del contenedor de la basura.
Los aficionados a la búsqueda del chollo, el mueble con ‘encanto', la ropa vintage... ha abandonado Son Fuster y recorre otros mercadillos, como los de Son Bugadelles, que gestiona Projecte Home o el dominical de Consell.
Los usuarios han transmitido su queja al Ajuntament sin que, hasta el momento, hayan logrado arrancar un compromiso para revitalizar este peculiar mercadillo urbano.