El Consejo de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) ha pedido el fin del bloqueo israelí a la franja de Gaza, impuesto después de los ataques con cohetes que lanzaron milicianos palestinos contra el sur del país. La crítica situación provocó el pasado miércoles un éxodo masivo de palestinos a Egipto en busca de alimentos y medicinas cuando consiguieron derribar la valla separadora de ambos territorios.
Los organismos internacionales advierten de la grave crisis humanitaria que puede provocar la persistencia del bloqueo, medida que, por el momento, sólo ha conseguido convertir la zona en una auténtica olla a presión.
Es evidente que existe una situación de enfrentamiento latente que, lejos de mejorar, se está enquistando, sin que ni la reciente visita del presidente norteamericano, George Bush, ni los esfuerzos de la comunidad internacional, hayan conseguido mejoras sustanciales en las posiciones de Israel y la Autoridad Nacional Palestina.
Mientras el Ejército de Israel continúa con sus asesinatos selectivos y los milicianos de Hamás siguen bombardeando con cohetes las posiciones del sur del país, quien sufre es la población civil, sometida a la violencia de uno y otro lado. Y, en el caso de los palestinos además, con el agravante de las enormes carencias que supone una situación de bloqueo y cierre fronterizo.
En esta tesitura, es imprescindible la implicación de toda la comunidad internacional en la resolución del conflicto, pero más aún de los países árabes del entorno, llamados a ejercer un papel moderador perentorio frente al extremismo de Hamás. Y, por supuesto, de Estados Unidos por su especial e histórica relación con el Estado judío.