La precipitación y la improvisación con la que se inauguraron, al final de la pasada legislatura, las infraestructuras más emblemáticas del anterior Govern presidido por Jaume Matas se ha puesto de manifiesto con las primeras lluvias de la temporada. Apenas 28 litros por metro cuadrado de agua han anegado el metro de Palma y la autovía de Eivissa, que han quedado fuera de servicio durante horas.
A pesar de los esfuerzos de la anterior consellera d'Obres Públiques, la conservadora Mabel Cabrer, por tratar de minimizar las consecuencias del parón en el metro palmesano, resulta inadmisible para la ciudadanía que un chaparrón con un registro pluviométrico nada fuera de lo común lo haya inutilizado por completo durante veinticuatro horas, con una estación clausurada y problemas de accesibilidad en la mayoría de ellas.
El mismo departamento de Cabrer en la anterior legislatura es el responsable de la construcción de las polémicas autovías de Eivissa, cuyo ramal de acceso al aeropuerto también tuvo que cerrarse ayer por acumulación de agua en la calzada.
Esta colección de despropósitos evidencia una falta de celo por parte de los responsables públicos en el control sobre la ejecución de las obras, las cuales se quisieron poner en servicio sin ningún tipo de garantías respecto a su correcto funcionamiento; todo con la pretensión de obtener unos réditos electorales que se ha demostrado ser falsa.
Lo ocurrido en Palma y Eivissa obliga a realizar un profundo análisis sobre el papel de cada uno de los diferentes estamentos de la Administración autonómica que han participado en estos desastres, incluyendo a los técnicos que dieron su visto bueno a unos trabajos que se ha demostrado que eran una chapuza.