JOSÉ SEVILLA
Francisco Colom Riera, de 52 años, empleado de seguros, es un afortunado. Subió en el último vuelo de Air Madrid que conectaba Cartagena de Indias, Bogotá y España. Aterrizó a las 14,30 horas de ayer en un aeropuerto de Barajas atestado de pasajeros, que debían volar a las 11 hacia Quito (Ecuador), pero dejada en tierra por la anulación de los vuelos de Air Madrid, decretada de forma unilateral por la compañía, el viernes 15. «Voy a Palma a visitar a mi madre para pasar con ella las fiestas de Navidad. Hace cinco años que no la veo. Por suerte tengo un vuelo de Air Europa Madrid-Palma y esta noche estaré en San Agustí donde vive ella, además podré ver a mis primos de Sóller», señaló contento. Tiene la doble nacionalidad (española y colombiana) y vivió su infancia y juventud en Palma donde estudió en la Escuela de Turismo. Su madre, María Antonia Riera, de 74 años, fue una de las muchas inmigrantes mallorquinas que, junto a su marido, se establecieron en los años 50 en Sudamérica huyendo de la pobreza de la posguerra española para buscar más oportunidades en el Nuevo Mundo. «Tengo el billete de Air Madrid 151 para regresar el 5 de enero, a las 13,30 horas, a Colombia, pero ese viaje ya no existe. Intentaré recuperar los 435 euros que me ha costado», finalizó con una sonrisa en los labios al saber que era, en medio de este caos, un privilegiado.
La tripulación del vuelo 0152 entre Colombia y Madrid, que aterrizó ayer en el aeropuerto de Barajas a las 14,30, despidió a los viajeros en el aparato deseándoles una feliz estancia en Madrid y comunicándoles que «éste es el último vuelo que opera la aerolínea». Así lo manifestaron a su llegada a Barajas los viajeros de esta ruta, que indicaron que tanto en los aeropuertos de Cartagena de Indias y Bogotá como en el transcurso del vuelo, el personal de la compañía no pudo dar detalles sobre la suspensión de operaciones de la aerolínea y la única información con la que contaban en Barajas era la que comentaban viajeros que habían obtenido de los medios de comunicación.
«La tripulación venía muy seria», comentó un pasajero español que viajó en los asientos de «business» del avión junto a trabajadores de la aerolínea que regresaban a Madrid después de haber prestado sus servicios en una ruta anterior.
El llanto era el que no podía retener Lestki Macía, colombiana residente en Roma, otra de las «últimas de Air Madrid» que aterrizó a mediodía de ayer procedente de Cartagena de Indias. Llegó a la capital pero no pudo enlazar con el vuelo de la misma compañía destino a Italia porque Air Madrid ya no existía. «No tengo dinero ni saldo en el teléfono móvil. He estado todo el tiempo vomitando. Y nadie nos ha dado ni agua ni comida», decía presa de los nervios, mostrando la hoja de reclamaciones que Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (Aena) entregó a los pasajeros con cancelaciones de sus viajes con la compañía española clausurada. Unos 15 informadores de Aviación Civil recogían quejas y atendían las reclamaciones de decenas de pasajeros frustrados cargados de maletas y niños pequeños.