Poco se puede decir ya sobre los atentados de ayer que no suene a hueco. No existen palabras lo suficientemente duras como para decribir lo que ha pasado y las secuelas que dejará en todos nosotros. Se trate finalmente de una acción de ETA o de terrorismo árabe, como apuntan algunos indicios, el resultado es el mismo. El país entero está conmocionado, tal como ocurrió en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001.
Las instituciones han convocado manifestaciones en todas las ciudades españolas para esta tarde y serán sin duda la oportunidad que tenemos los ciudadanos de a pie para expresar, en silencio y con dolor, ese sentimiento de incredulidad que se nos ha quedado, pues somos incapaces de entender qué clase de bestia es capaz de algo así.
El Rey pidió, en su mensaje a la nación, unidad, firmeza y serenidad para enfrentarnos a un fenómeno que no entiende de sentimientos ni de humanidad. El Estado de Derecho pone a nuestra disposición valiosos instrumentos para combatir la sinrazón. Usémoslos. Y exijamos a los partidos políticos un paso valiente para unir sus fuerzas en un frente común contra el terrorismo, sin fisuras. Se ha perdido demasiado tiempo, un tiempo quizá precioso, en las rencillas políticas que han conducido a la actual situación de desunión.
Por eso, la ciudadanía y sus representantes políticos deben mantenerse férreamente unidos, por encima de cualquier otra consideración.
Al final, las tendencias de la mayoría de los partidos no son tan diferentes, pues todas ellas, izquierdas y derechas, persiguen un ideal común, que es el bienestar de la gente. Todo lo contrario de lo que quieren los terroristas y no podemos permitir que lo logren.