Aunque a lo largo del día de ayer seguía colgado en el cuaderno de bitácora de la web del 'Snooty Fox' que «el 'Snooty' está en otro planeta, hielo, icebergs, focas, pingüinos, ballenas, todo tipo de aves, glaciares, buenos amigos y un plan de navegación increíble, el frío es llevadero, tres grados fuera, y cuando apagamos la cale, dentro, cinco», lo cierto es que el 'Snooty', ayer, tocó tierra de la Antártida, con lo que se cumplió el sueño de cuantos van a bordo. Porque, ¿qué marino no ha soñado alguna vez con llegar hasta ahí? Al enterarme, llamé a Sinto para darle la enhorabuena, pero sólo pude escuchar su voz en el contestador de su móvil. Así pues, un barco mallorquín, cuyo armador es ciego, acaba de tocar la Antártida tres meses después de haber salido del Club Náutico de Palma. ¡Genial!, ¿no?
El pasado día 6, quien escribe las notas del cuaderno de bitácora, intuyendo lo que iba a suceder seis días después, dejaba constancia de que «tras un fondeo tranquilo en una de las islas Wallston, a las 8 de la mañana enfilamos el cabo de Hornos. El Drake, en la proa, nos separa de la Antártida. ¡Cuántas ilusiones vertidas entre estos mitos y ahora en la mano! Nuestros sueños se mecen sobre la ola que empieza a hacerse notar por los albatros que sobrevuelan esta agreste costa y por cuanta estima acompaña a estas ya entrañables millas».
Seguramente por espacio de varios días, tal vez una semana, bordearán parte de aquel continente de color blanco situado en el fin del mundo, para regresar a casa por Ushuaia, donde el hijo de Sinto, Dru, dejará el 'Snooty Fox' para tomar un avión que le lleve a Buenos Aires y de ahí a Mallorca, vía Madrid. En Ushuaia la tripulación del 'Snooty Fox' seguramente se encontrará con que Jordi Llabrés, dueño del bar Mavi, de Palma, les estará esperando. Jordi es amigo de la mayoría de los que van a bordo, amistad que se remonta a 1998, cuando estando el 'Snooty' en el Caribe, creo que en la Expo 98, fue invitado por Sinto Bestard a navegar con ellos, cosa que hizo entre Salvador de Bahía y Trinidad Tobago, días, según recuerda Jordi, inolvidables.
Pedro Prieto