Los resultados que el domingo arrojaron las urnas en Mallorca dejan poco margen a la especulación en lo que se refiere a la formación del Govern y del Ajuntament de Palma -así como de muchos otros consistorios- en los que el Partido Popular ha obtenido una mayoría absoluta que le permitirá gobernar con comodidad durante los próximos cuatro años. Pero la manzana de la discordia se ha instalado en otras instituciones, como es el caso del Consell de Mallorca, donde el PP no tiene la mayoría suficiente. Y ahí es donde entran en acción los pactos postelectorales.
No será fácil alcanzar esos acuerdos, porque se dan algunas circunstancias complicadas. Maria Antònia Munar, líder de Unió Mallorquina, estudia la posibilidad de negociar un pacto con el PP que incluya todas las instituciones en juego, es decir, unir los destinos del Consell a algunos ayuntamientos -no todos- en los que también tiene la clave de la gobernabilidad, sobre todo, Calvià y Manacor. Un planteamiento que quizá al PP no le convenga, pues significaría perder la presidencia del gobierno de Mallorca en favor de unas alcaldías, por importantes que sean. De no aceptar esta oferta, el PP tendría que gobernar el CIM en minoría, con lo que supone de desgaste. La dirección del PP balear deberá decidir entre lo que le piden sus bases -no dar nada o, en todo lo caso, lo menos posible a Munar- o llegar a un acuerdo más generoso que asegure la estabilidad institucional.
Si no hay acuerdo, UM pasará a la oposición, renunciando al poder que ha disfrutado durante años, y desde allí esperará a que el PP le pida su apoyo para los distintos asuntos que quiera aprobar. El PP gobernaría pero estaría cautivo de UM.
Queda todavía tiempo para tranquilizar los ánimos y acometer con la suficiente serenidad, sin revanchismos y sin visceralidades, unos pactos duraderos. En este sentido, hay que subrayar el talante moderado con el que Matas ha iniciado esta nueva etapa, con un mensaje conciliador.