M. JUNCOSA/J. M. AGUILÓ
Miles de mallorquines dieron ayer su último adiós al que durante
los últimos 31 años ha sido obispo de la Diócesis, Teodor Úbeda,
que anteayer falleció como consecuencia de una insuficiencia
respiratoria. Úbeda había sido operado el 25 de abril para
extirparle un nódulo en un pulmón. La capilla ardiente con los
restos mortales de monseñor Úbeda, que portaba ayer los ornamentos
propios de la Eucaristía -mitra, anillo y báculo-, quedó abierta al
público alrededor de las 16.30 horas en la Sala del Mirador del
Palau Episcopal de Palma, donde los familiares del obispo y el
Colegio de Consultores de la Diócesis habían recibido previamente
el pésame de las principales autoridades de Mallorca y de
Balears.
La presidenta del Consell de Mallorca, Maria Antònia Munar, señaló que el obispo era muy buen conocedor de la realidad de la Isla y añadió que era «un referente» y que será muy difícil «poder sustituir a una persona como él». Acudió también el presidente del Parlament, Maximilià Morales. El conseller de Turisme, Celestí Alomar, manifestó, por su parte, que «era un hombre que entendió que el patrimonio de la Iglesia es colectivo y representa un papel importante tanto para los residentes como para el turismo», dijo. Alomar recordó que trabajaron juntos en la preparación de varios proyectos de restauración, como el de Miquel Barceló en la Seu, el de Santa Creu o Caputxines.