-¿Qué sentimientos tiene al dejar la
Delegación?
-Todos sabemos cuando estamos en política que cada día que pasa
falta menos para dejar el cargo. A partir de ahora me enfrentaré a
unos meses duros, de campaña, pero es muy ilusionante. He dedicado
muchas horas a la Delegación del Gobierno, pero ahora estoy
liberada para dedicarme a mi tarea de candidata. No le niego que
tengo un poco de pena.
-¿Ha llorado esta mañana al llegar por última vez a la
Delegación?
-Hace muchos días que lloro. Se me escapan las lágrimas cuando
hablo con las secretarias o cuando me despido del chófer por la
noche. No son lágrimas de nostalgia sino de cariño y aprecio.
Supongo que le pasa al que tenga un mínimo de humanidad.
-¿Qué balance hace de su paso por la
Delegación?
-Es muy difícil hacer balance, pero cada día reviso mis actuaciones
tanto en la vida personal como profesional. Y veo muchas cosas
buenas a nivel político y personal. Algunas veces te critican, pero
la gente te demuestra su confianza. Y eso es lo más importante que
puede tener un político.
-¿Cuál ha sido el momento más duro que ha vivido en el
cargo?
-En Balears no vivimos situaciones extremas, pero sí ha habido
momentos delicados. Recuerdo que un domingo aterrizó un soldado
argelino, un desertor, que llegó a Formentera en helicóptero y que
después recaló en Eivissa. Me senté en mi despacho y anoté todo lo
que ocurría. Llamé a Madrid, pero no daban soluciones porque
querían información. Al final no lo hicimos tan mal.