El Circo Williams es un mundo de contrastes. Allí trabajan españoles, suecos, portugueses, chinos, escoceses, italianos, búlgaros, que se convierten en domadores, payasos, trapecistas, magos, malabaristas, y que conviven con dromedarios, serpientes, tigres, gatos, perros, etc.
Es decir, uno puede divertirse, por ejemplo, con el número del felino más fiero, el tigre de Bengala, y minutos después hacerlo con el felino más manso y doméstico, el gato. Y eso no es nada habitual, ya que el espectáculo que realizan Alejandro y Gillian con estos pequeños animales de cuatro patas es una de las grandes novedades del Circo Williams, ya que un espectáculo con gatos no es nada corriente. De hecho, es la primera vez que puede disfrutarse en Mallorca, mientras que en el resto del mundo sólo se realiza desde hace unos pocos años.
Doce gatos de diferentes razas y edades aparecen en escena, donde les esperan Alejandro y Gillian, él, medio español y medio portugués e hijo del director del Circo, Eduardo Raluy; ella, una bella escocesa que sin antecedentes en este singular mundo pidió un día trabajo, se enamoró y en él se quedó. Entre uno y otro consiguen lo más difícil, que el individual y solitario gato se suba a una barra, pase a través de un aro, atraviese una barra fija, salte; en definitiva, que les haga caso.
Ver cómo un gato obedece a su amo en todo lo que le pide no es circunstancia habitual, ya que estamos acostumbrados a que un perro sí lo haga, por hablar del otro animal doméstico por excelencia, pero que lo haga un gato... Sin embargo, Alejandro y Gillian lo han conseguido, y lo han hecho a través de mucho trabajo, muchos trocitos de carne de regalo, pero, sobre todo, con mucha, mucha paciencia. Y el resultado es sorprendente.