Hace tiempo que las playas dejaron de ser vírgenes para dejar paso a pequeños negocios de entretenimiento que ofrecen a los turistas una variada oferta de diversión, convirtiendo muchas de las «primeras líneas del mar» en una especie de parque de atracciones. Una de las primeras distracciones para los playeros fue el velomar o patinete, que han ido evolucionando, y los más modernos incorporan un tobogán al precio aproximado de 10 euros. El surf fue otra de las atracciones que desató pasiones como deporte. Y todavía hoy las velas del windsurf forman parte del skyline de las playas.
Más tarde aparecieron los artefactos tirados por fuerza mecánica. Las más recientes atracciones playeras son, en su mayoría, lanzadas por una lancha a motor que ofrece 20 minutos de velocidad por 30 euros. Según nos comentaba Jaume Cartes, de la Escuela Municipal de Surf de Alcúdia, «mantenerse en pie no es tan difícil. La primera vez que se prueba ya se puede disfrutar gracias a un esquí ancho que mantiene el equilibrio. Aunque es cuando uno pasa al esquí fino cuando realmente este deporte te ofrece todo su encanto». También tirada por una lancha funcionan las salchichas, al precio de 10 euros. En esta misma línea, lo último son los donuts.
Pero no todo es velocidad. El skyride es un parapente arrastrado desde el mar que ofrece a los turistas la sensación de libertad por 35 euros, colgados a 30 o 40 metros de altura. Para los «hidrófobos» están los deportes de siempre, como el voleibol, las palas o la petanca. Lo que importa es pasarlo bien y es que la playa cada vez es más como un parque de atracciones.