La tan cacareada crisis turística precisa buenas ideas para encontrar respuesta a los déficits que el sistema pueda presentar. Ayer mismo Maria Antònia Munar, presidenta del Consell de Mallorca, aunque carece de competencias en turismo, presentó una iniciativa para mejorar la imagen de nuestro territorio, últimamente deteriorada en el extranjero. Munar pretende dar un mensaje de bienvenida al turista y contrarrestar la creencia de que en Mallorca los visitantes no son bien recibidos. Todo lo contrario. Quienes, en algún momento, pudieron alentar este sentimiento antiturístico se han dado ya cuenta de su error.
Ahora bien, ello no significa que no nos cuestionemos el modelo turístico que queremos. Munar lo ha dicho claramente: reclama una ampliación de la oferta de lujo para atraer al turismo de calidad.
En los últimos años no hemos oído más que hablar de que es preciso limitar el número de visitantes de bajo nivel "de los que en realidad vivimos" a la par que habría que incrementar el turismo de calidad. Es fácil decirlo. El visitante de altos vuelos deja tras de sí mucho más margen de ganancia, pero también exige mucho más. Lejos de contentarse con la sangría, el sol y la playa, el turista de categoría demanda una oferta acorde con sus intereses: campos de golf, puertos deportivos, instalaciones hoteleras de lujo, una cartelera cultural de altura...
Es decir, si queremos peces tendremos que mojarnos, y para ello hacen falta más proyectos, inversiones y mucha valentía. No hay que despreciar al turista de alpargata, pero en Mallorca hay sitio y atractivos para todos ellos y pueden compaginarse perfectamente, siempre que se respete al máximo el medio ambiente, que bastante ha sufrido ya.