La naturaleza, cada uno de sus elementos, ha inspirado siempre a artistas que trabajan con diversas materias. Una vez transformadas y pulidas por sabias manos, la madera de un olivo milenario o las conchas del mar pueden convertirse en una obra de arte inimitable, de un valor que nada tiene que ver con lo que marca la etiqueta, porque allí queda plasmado el trabajo paciente de horas y horas. «Horas que no se pueden contar, sólo puede hacer un trabajo así alguien que lo sienta de corazón, que disfrute realizándolo», resume Margalida Penya, artesana que muestra sus trabajos en Baleart.
Esta artesana de Llucmajor rebosa solvencia para sentenciar con estas palabras lo que siente haciendo sus floreres y belenes, dos objetos de decoración con una larga tradición en Mallorca. Aunque lleva treinta y cinco años confeccionando estas floreres, Margalida Penya ha vivido toda su vida en contacto con el mar, que engendra todas las materias primas con las que ella trabaja. «Las flores están realizadas con conchas autóctonas de Mallorca, al natural, con sus colorido original, con caparazones y dientes de erizo, de percebe o escamas de pez; como han sido toda la vida». Y es que esta artesana aprendió esta árdua labor de su madre, y la ha transmitido a sus dos hijas, incluso a su nieta, «que con seis añitos ya tiene mucha gracia construyendo florecitas», explica.
La construcción de las floreres no se limita a las infinitas horas en que la artesana se sienta en el taller, mientras suena la radio de fondo, para ir pegando una a una cada concha y cada caracola, algunas tan minúculas que tiene que cogerlas con pinzas. Previamente, Margalida recorre las calas más recónditas de Mallorca, los rincones de la costa a los que sólo se puede acceder en barca, para recolectar las conchas y seleccionarlas.
«Vengo de una familia de pescadores, y por ello conozco palmo a palmo las playas vírgenes de la Isla, donde no llega el turismo; también estoy pendiente de los temporales, de dónde sopla el viento, para saber en qué lugar las corrientes del mar habrán arrastrado el material hasta la arena». Se le ilumina el rostro y afirma, rotunda que «cada vez que encuentro una concha bonita, me fascina, y no la vendería por mucho que me pagaran; tengo más de mil botes de conchas en casa».
Además de floreres, la artesana confecciona preciosos nacimientos, donde cada detalle, la cueva, el pesebre, las fuentes, ...está confeccionado con conchas minuciosamente compuestas. Estos trabajos son tan apreciados que, asegura, «sólo con lo que tengo encargado tengo trabajo para toda la vida». Sus precios oscilan entre las 25.000 y las 160.000 pesetas las floreres, mientras que los belenes rondan las trescientas mil.