Ana Botella ha convertido sus visitas oficiales a Mallorca en visitas obligadas a la peluquería. Mientras su marido, el presidente del Gobierno, José María Aznar, despachaba en el palacio de Marivent con el rey Juan Carlos, Ana Botella acudía a una céntrica peluquería de Palma, acompañada por la delegada del Gobierno en Balears, Catalina Cirer, para ponerse guapa de cara a la posterior cena con los Reyes. Pasadas las siete de la tarde, en que el establecimiento ya había cerrado sus puertas al resto de la clientela, la mujer del presidente entraba en la peluquería bronceadísima, con el pelo recogido y vestida en blanco lino para someterse a su local mejora de imagen.
Poco más de una hora después, Ana Botella reaparecía por la puerta con el pertinente lavado y marcado de cabello y el posterior maquillaje, además de con su ya mencionado espectacular bronceado menorquín. Muy contenta, y, por supuesto, después de pasar por caja, la mujer de Aznar desaparecía del lugar muy sonriente y siempre acompañada por la embarazadísima Cirer, que no pasó por el peluquero y que ejerció como un escolta más de Botella. Una vez más, Ana Botella demostró en su corta visita a nuestra Isla que cuida al máximo su imagen y que está asesorada por buenos profesionales.
Si Ana Botella cuida al máximo su imagen, no le va a la zaga la presidenta del Consell de Mallorca, Maria Antònia Munar. Por escasos dos minutos no se cruzaron en el portal de la peluquería Botella y Munar, ya que si María Antònia salía de la misma a las siete y tres minutos, Ana entraba en ella a las siete y cinco. Increíble o no, las dos damas no se encontraron. También de riguroso blanco abandonó el local la presidenta del CIM, que ante la presencia de los fotógrafos espetó un sincero «¿Supongo que no estáis aquí por mí?». Efectivamente, Munar sabía a ciencia cierta quién iba ser su sucesora en la silla del estilista.