Si hablamos de agua hay que admitir una verdad universal e indiscutible: somos afortunados por poder asistir a ese milagro diario de tener agua en el grifo, aunque nos cueste pagarla. Los expertos auguran que las próximas guerras serán por el control del agua en los países "la mayoría de la población mundial" en los que escasea el líquido elemento. Por ello debemos estar agradecidos a nuestras autoridades por haberse ocupado del tema y haber tomado precauciones en los años de peor sequía. Aunque ahora las consecuencias no nos gusten demasiado.
Ocurre que la empresa municipal de Palma ha tenido que subir el precio del recibo del agua un diez por ciento "lo que, inevitablemente, nos duele a todos", porque está obligada a comprar los excedentes del líquido que producen las desaladoras móviles que puso en marcha el departamento de Medi Ambient del Govern.
El hecho es consecuencia de la política llevada a cabo por el Ejecutivo autonómico, que optó por las desaladoras móviles para no arrasar los acuíferos, ya bastante maltrechos. Ahora tenemos agua, que es lo que importa, y deberemos pagarla. Pero quizá en el futuro este gasto extra que se nos impone hoy nos beneficie indirectamente, pues el excedente que EMAYA va a tener que comprar servirá para regenerar los acuíferos naturales. Algo más que necesario.
Lo malo de todo este asunto es que desvela una terrible falta de previsión a largo plazo. Gobierno, Govern, Consells y Ajuntaments deben unificar posturas para preservar el tesoro más preciado "por escaso" que tenemos: del agua depende nuestra supervivencia y no valen «apaños» para cubrir las necesidades de hoy o de mañana, sino políticas de Estado que garanticen el suministro también para futuras generaciones.