Algunos viandantes que, pasadas las tres de la tarde, pasaron ayer por la Plaça de Cort, se llevarían un buen susto: En Figuera, el reloj que desde 1849 marca las horas de Palma, no presidía la fachada de la casa consistorial. Después de la primera impresión, esos mismos peatones pudieron advertir cómo Fernando Fernández, el relojero «oficial» de los relojes «oficiales» de Mallorca, daba brillo a la esfera de uno de los símbolos de la ciudad.
Fernando, con la ayuda de José Luis Serra, es el encargado de mantener a punto el reloj: «Es uno de los más precisos que conozco. No suele retrasarse ni adelantarse nunca. No da problemas», asegura Fernando con la fe ciega de que el próximo domingo ese mecanismo de relojería no fallará a las cientos de personas que acudan a Cort para celebrar el pase al nuevo milenio.
Para José Luis, es el barullo que se genera en la plaza durante la Nochevieja la que impide a los ciudadanos oír con claridad las doce campanadas: «Pondrán micrófonos, pero aún así muchos no los pueden oír con claridad. Entonces es fácil echar la culpa al reloj». En Figuera, fiel a la tradición española de las campanadas, tocará los cuatro cuartos (que alertarán a los comedores de uvas para tener esa fruta a punto) para, después, dar paso a las doce campanadas.
Con los últimos retoques que Fernando y José Luis han dado en estos últimos días, En Figuera lucirá espléndido para el cambio de siglo. Trapos, brochas y también esprays limpiapolvo fueron elementos indispensables en la limpieza que los cuidadores del reloj le prodigaron a la esfera y a las manecillas. Pero el trabajo de Fernando y José Luis no se reduce sólo a Palma, muchos de los relojes que adornar campanarios y ayuntamientos de la Part Forana se ponen en hora con sus manos.