Se llama Alfred Stenpass, es alemán y vive en Mallorca desde hace bastantes años, pese a lo cual apenas habla español, aunque se hace entender, y sino ahí tiene a su amigo Pedro, que le traduce allá por donde va.
Posiblemente el de anteayer sea un día que no olvide durante mucho tiempo. Acudió a la oficina de Correos de Campos, y, contrarreembolso, recibió una caja que en su interior contenía otras dos cajas, que a su vez, cada una, contenían una urna para cenizas humanas.
Tras rebuscar en los archivos de su memoria algo, o a alguien, a quien pudiera hacer portador de tal obsequio, desiste. Mueve la cabeza en sentido negativo y... Ni idea. Aunque, claro, que le regalen a uno eso es que, o le quieren gastar una broma de mal gusto, o que alguien le hace una advertencia.
Alfred, que cada vez que se refiere a las urnas dice «caca de la vaca», parece dar mucha importancia a este asunto. Cree en la existencia de mafias, «pero yo no he hecho nada. Me dedico a instalar juegos de dardos en bares y, que sepa, no tengo enemigos», asegura.
Sin embargo, Pedro, su amigo, que se dedica a los recreativos, no las tiene todas consigo. Alfred pone cara de horror, estira los brazos y mueve las manos, como si le temblaran. Son las siete de la tarde, y nos encontramos en la segunda línea de la Platja de Palma, en la terraza del bar de su amigo, el Stolper-eck, con quien se está tomando una cerveza. Me cuenta que le ha regalado una de las urnas, por si la quiere utilizar de florero.