Caras de felicidad, en algunos casos, y de tristeza, en otros, se pudieron ver en las puertas de los colegios de Palma, que ayer protagonizaron el inicio del nuevo curso escolar. Los pequeños, aún medio dormidos y acompañados de sus padres, tiraban de las ya imprescindibles mochilas-carro "llenas de bolis, libros y libretas", camino de sus respectivas aulas.
En el Colegio de Santa Magdalena Sofía, por ejemplo, asistieron a clase los alumnos de prescolar y de ESO. Estos últimos llegaban contentos, con ganas de reencontrarse con los compañeros. «Tenía muchas ganas de volver a clase por los amigos, a los que no veo desde junio», comentaba Iris Barón, de 12 años.
Así como en las clases de los más mayores todo era jolgorio y explicaciones de lo acontecido en verano, en las aulas infantiles se vivieron escenas de lloros y súplicas por parte de la mayoría de los pequeños cuando sus padres los dejaron en manos de las tutoras. Los papás intentaban consolarles diciéndoles que dentro de tan sólo tres horas volverían a buscarles, ya que hoy sólo tenían clase hasta medio día. «Dentro de unos días ya se habrán acostumbrado y ya no añoraran a sus padres», afirmó Jaime Mas, profesor del segundo curso infantil.
El primer día de clase siempre es un día de reencuentro y de adecuación al nuevo curso. Por ello, en esta jornada se relizan actividades más livianas que en las del resto del año. «Lo primero es colocar a cada uno de los alumnos en sitios fijos y darles el horario. Después rellenaremos una encuesta sobre el verano y sus preferencias en los estudios, así como un repaso del material necesario», explicó la profesora María Eugenia Díaz-Munio, que este año ha cumplido 25 años en el centro. En otras clases hicieron dibujos y redacciones sobre las vacaciones, además de tertulias sobre los nuevos estudios.