F itur es el primer gran test del año para conocer las perspectivas que presenta la próxima temporada turística. Allí se recogen los primeros datos que van a tener continuidad en la ITB de Berlín, el próximo mes, en el mayor encuentro turístico del mundo. En realidad, en Fitur se lanzan los primeros globos-sonda y en la ITB se consolidan los datos a falta de la cristalización cuando comienza la temporada.
Dadas las especiales características de este negocio, el juego de oferta y demanda es muy sensible a los envites que se lanzan unos y otros; los hoteleros, para conseguir cupos firmes a buen precio, y los mayoristas, para lograr seguir mandando en el mercado. Así que hay que poner en cuarentena todas las previsiones, tanto las de unos como las de otros, porque todos juegan de farol.
Pero si todo lo que se dice no es todo verdad, tampoco es totalmente mentira, especialmente en algunos detalles absolutamente ciertos. Como, por ejemplo, la tendencia a la baja del mercado británico, compensada por el aumento de la demanda del alemán. Aunque hay un detalle altamente significativo y positivo: el crecimiento de otros mercados menores, entre ellos el español, lo que contribuye a la diversificación de la propia oferta, incluso por lo que atañe a la prolongación de las temporadas media y alta, disminuyendo en gran parte la estacionalidad, y al aumento de los ingresos por turista y de los precios hoteleros, aunque ello signifique un falso aumento del IPC, cuya sistematización de cálculo habría que modificar para separar lo que es el gasto interno (huéspedes españoles) de lo que es exportación (turistas extranjeros que pagan con divisas) y hallar un punto de equilibrio porque ya en tiempos de Fraga Iribarne se estimaba este detalle como fundamental.