Estoy encerrado en mi estudio, situado en lo más alto del Trastevere, desde hace 70 días –que es cuando se comenzó a hablar del coronavirus-, saliendo lo mínimo, y sin irme muy lejos. Pero desde hace una semana, en que los italianos estamos en cuarentena, no salgo. Bueno, sí, salí para abastecerme, llenar la nevera, porque hasta el tres de abril no se levanta la cuarentena y hay que estar bien provisto.
Tenía que haberme ido a La Toscana, donde me están esperando para realizar un proyecto, para mi muy importante, pero no puedo, porque si salgo de mi región, cometo un delito penal. Lo mismo que si salgo por la calle sin llevar conmigo el certificado que el gobierno nos facilita con las normas a seguir, certificado que he de mostrar cada vez que voy a la tabaquería, que es donde puedes mandar o recibir dinero, y comprar tabaco, o al súper, donde únicamente puedo llevarme tres cosas, es decir, no puedo comprar cinco pollos ni seis botellas de leche, solo tres, o las farmacias, en las que apenas queda nada. Y cuando sales, hazlo con mascarilla y guantes.
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Como os podéis imaginar, aquí la cosa se ha puesto muy duras. No puedes salir de casa si no es por ir a comprar, al hospital o por alguna urgencia. Tampoco se pueden hacer reuniones de amigos en casa, ¡que sé yo, una cena…! ¿Ir de copas…? Imposible. No puedes porque no te dejan, y porque todo está cerrado.
Roma es una ciudad fantasma, sin gente, o con gente yendo de prisa de un lugar a otro, no paseando, o con gente haciendo cola durante una hora en la puerta del súper, puesto que solo entran de dos en dos. Y luego, todos a casa. Se ha reaccionado un poco tarde, pero el gobierno ha puesto unas normas que hay que cumplirlas a rajatabla… ¿Qué cómo están los hospitales…? A tope, igual que las UCI. Ni aquellos ni estas dan abasto. De hecho hay gente que se muere en su casa por no tener una cama en ninguno de ellos. Por cierto, en el caso de que notes que tienes síntomas de haberte contagiado, tienes la obligación de informar, porque si no lo haces, cometes un delito.
En cuanto a trabajo… Pues no estoy desanimado. Debía de haber entregado un retrato en Milán, y no he podido, porque no puedo salir de casa para llevar un retrato a Milán. La pasada semana, el viernes, tenía prevista una exposición en mi estudio a la que iba a venir mucha gente, pero tuve que suspenderla, ya que la gente no puede salir de casa para ir a una exposición. Pues bien, pese a todo, me lo tomo con tranquilidad, ¿qué puedo hacer, si no…? Pinto por las mañanas, si hace buen tiempo, en la terraza, y por las tardes en el estudio. Estoy haciendo un cuadro que entregaré al Papa cuando me reciba en junio, también leo, escucho música, hablo con los amigos de Palma, o de cualquier lugar, cosa que agradezco, veo la tele, veo las noticias, sobre todo, y a través de Ultimahora.es me entero de lo que pasa en las islas y… Pues que he flipado leyendo algunas cosas: que en dos días seguidos han llegado dos cruceros, cargados de italianos, que se han paseado tranquilamente por Palma, lo cual es una locura. Sí, porque es como abrir la puerta al virus. Como también lo ha sido dejar que sigan entrando aviones que han salido de Italia… No sé si ya han suspendido lo vuelos, pero ¡que barbaridad! Igual que la manifestación del Día de la Mujer, ya que la concentración de gente facilita el contagio.
Veo que vosotros estáis empezando a entender que esto es más serio de lo que pensabais. Os recomiendo que cuando menos estéis en la calle, mejor, que os lavéis las manos, que cuantos menos contactos, también mejor… Al virus se le combate en soledad.
Os quiero