Con el coronel Muamar el Gadafi desaparecido y tres de sus hijos en manos de las fuerzas insurgentes, los rebeldes libios parecen hallarse al borde de la victoria final tras meses de sangrientos combates.
El ruido de las balas se escucha aún en la capital -que los insurrectos dicen ya controlar en un 95 por ciento- y otros puntos del país, donde soldados leales al dictador, y en particular grupos de francotiradores, todavía ofrecen resistencia.
Los insurgentes han tomado posiciones en la mayoría de los barrios tripolitanos y rodean el complejo presidencial, donde no se sabe si aún está el líder libio.
También se han hecho con el control de la televisión estatal, hasta la fecha único medio por el que Gadafi se dirigía a sus seguidores, y cuya señal han cortado.
«No creemos que se esconda en su palacio de Bab El Aziziya», una fortaleza que ha resistido incluso los bombardeos de la OTAN, indicó este lunes uno de los jefes militares rebeldes.
Otras fuentes han situado a Gadafi en un bunker no lejos del barrio de Tadjoura, donde estaría bajo la protección de una brigada dirigida por su propio hijo Khamis.
Varias hipótesis apuntan a una supuesta huida a su ciudad natal, Sirte, o hacia el vecino Chad, que preside su amigo Idriss Deby, teorías que no han podido ser confirmadas.
Lo que si se conoce es que tres de los hijos más beligerantes del coronel se hallan en manos de los grupos rebeldes, entre ellos Saif al Islam, reclamado por el Tribunal Penal Internacional (TPI).
Sobre el destino de éste último, un miembro del consejo opositor ha advertido que el Al Islam no será entregado a la corte internacional, y que con toda probabilidad será juzgado en el país.
Sin noticias ciertas del dictador, el presidente del Consejo Nacional Transitorio (CNT, órgano político de la rebelión), Mustafa Abdeljalil, se apresuró hoy a dar por terminada «la era» del longevo coronel.
«Espero que sea capturado vivo y se le lleve ante la justicia para responder de sus crímenes. La verdadera victoria no se celebrará hasta que sea arrestado», afirmó Abduljalil en rueda de prensa desde Bengasi.
El cabeza visible de la rebelión libia admitió que todavía quedan focos de resistencia estatales pero insistió que las tropas rebeldes controlan el conjunto del territorio de la ciudad.
Uno de esos enclaves estratégicos del que al parecer las tropas leales al dictador ya han huido definitivamente es la estratégica localidad petrolera de Brega, situada al este de Trípoli y uno de los principales feudos energéticos del país.
«Todas la tropas fieles al régimen Gadafi se han retirado. La ciudad ha sido liberada en su totalidad», explicó a Efe Mohamad al Rojayli, jefe militar rebelde.
En medio de la euforia aún contenida de la población, Abduljalil quiso hacer un llamamiento a la calma, en el que pidió a los insurgentes que mantengan la calma, eviten las acciones de venganza y hagan que prevalezca la razón.
Asimismo, envió un mensaje a la comunidad internacional, que hoy comenzó a celebrar la caída del dictador y a insistir en el deseo de una transición a la democracia.
A este respecto, Abdeljalil se comprometió a que las autoridades que sean elegidas para dirigir Libia respeten los derechos del hombre y las leyes y normas internacionales.
Igualmente dijo que se preservarán los intereses de todos aquellos países occidentales que han ayudado a los rebeldes en su alzamiento.
Sin embargo, Abdel Monein al Honi, uno de los representantes del Consejo Nacional de Transición, advirtió también desde El Cairo que su país no permitirá el establecimiento de bases militares de la OTAN tras el triunfo de la revolución.
El avance de las tropas insurgentes por la capital ha hecho que naciones árabes como Egipto y Palestina hayan dado un paso diplomático hacia delante y hayan reconocido al CNT como gobierno legítimo.
Incluso los empleados de la embajada libia en Argel, una de las pocas que quedaban leales al dictador, han arriado la bandera verde del régimen e izado en su lugar la tricolor -verde, roja y negra- de los insurrectos.
Mientras que la Liga Àrabe, organismo regional que engloba a 22 países, incluida la propia Libia, también ha reconocido al Consejo de Transición.
Al hilo de los acontecimientos, el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, pidió a las fuerzas leales a Gadafi, que depongan «inmediatamente» las armas y dejen paso a una transición sin contratiempos.
En la misma línea se pronunció la canciller alemana, Angela Merkel, quien abogó porque la creación en Libia lo antes posible de estructuras políticas que posibiliten la transición a la democracia y que se asegure que el dinero del que todavía dispone Gadafi se destine a estos fines.
El presidente norteamericano, Barack Obama, se sumó a la idea de que el régimen libio «está llegando a su fin» y recordó que EEUU será un socio y un amigo en el proceso de transición.