Todo Chile celebra esta noche el desenlace de la mayor operación de salvamento subterráneo de la historia tras el rescate de 33 mineros que durante 70 días sobrevivieron a 700 metros de profundidad.
La llegada a la superficie del último trabajador, el capataz Luis Urzúa, fue el colofón a una operación de salvamento ejecutada de forma impecable por un equipo de técnicos y geólogos que durante 53 días pusieron en marcha tres planes alternativos para llegar hasta el lugar donde se habían refugiado los mineros.
Tras casi 24 horas de trabajo ininterrumpido, la espectacular operación de rescate concluyó con los 33 mineros sanos y salvos en la superficie del yacimiento San José y con los mineros abrazados a sus seres queridos.
Al conocer la noticia, cientos de miles de chilenos se echaron a las calles de las principales ciudades para festejar el desenlace de esta epopeya, mientras repicaban las campanas de las iglesias y sonaban las sirenas de los bomberos.
En Santiago, apenas unos minutos después de que Urzúa saliera de las profundidades de la mina, miles de personas se congregaron en la céntrica Plaza Italia, a la que suelen acudir los capitalinos para celebrar los triunfos políticos y deportivos.
«Mineros supersónicos» y «`Fuerza, mineros!» eran algunos de los mensajes que podían leerse en las decenas de pancartas desplegadas.
Las celebraciones se extendieron a otras ciudades a lo largo de todo el país, como Linares, Punta Arenas, Talca, La Serena y Osorno, entre otras.
Al igual que sus 32 compañeros, Luis Urzúa fue izado en una cápsula de hierro que en pocos minutos recorrió los 622 metros de distancia entre la superficie y el refugió donde se guarecieron los mineros tras el derrumbe ocurrido el pasado 5 de agosto.
Al comenzar la evacuación, la medianoche del martes, los familiares se congregaron frente a los monitores de televisión instalados en el «campamento Esperanza» para seguir el rescate minuto a minuto.
Cada vez que la cápsula «Fénix 2» devolvía a la superficie a uno de los accidentados, estallaban en llanto y gritos de jubilo.
Lo que comenzó siendo otra tragedia en este convulsionado año del bicentenario chileno ha tenido, a diferencia del terremoto de febrero, un desenlace feliz que el presidente Piñera no duda en calificar de «milagro».
En el «campamento Esperanza», la ansiedad y la tensión acumuladas por los familiares y amigos de los mineros dieron paso a una explosión de júbilo que contagió al propio presidente Sebastián Piñera, quien llegó a la mina para supervisar la operación de rescate.
«!Viva Chile, mierda!», gritó Piñera antes de invitar a los presentes a entonar el himno nacional.
El yacimiento San José probablemente no volverá a operar porque a los problemas financieros y legales que afrontan sus propietarios hay que añadir que Piñera ha anunciado ya la instalación en ese lugar de un memorial en recuerdo de las víctimas de los accidentes mineros.
El derrumbe ocurrido en este yacimiento de cobre, que tenía más de un siglo de antigüedad y operaba en condiciones precarias, volvió a poner de manifiesto las carencias de un modelo de desarrollo económico basado en la explotación intensiva de los recursos naturales.
Por este motivo, el mandatario advirtió hoy de que las explotaciones que como la mina San José no cumplan con estándares que garanticen la seguridad de sus trabajadores, serán clausuradas.
Tras concluir la operación de rescate, Piñera declaró esta noche que «Chile es más respetado y más valorado en el mundo entero».
«Chile no es el mismo país que teníamos hace 69 días, cuando ocurrió el accidente», aseguró el gobernante con la voz entrecortada por la emoción. «Hoy es más respetado, más valorado», aseguró.