Irán abrió ayer un nuevo frente de conflicto con Estados Unidos al acusar de espionaje a los tres ciudadanos norteamericanos arrestados hace más de tres meses cuando al parecer hacían senderismo en la frontera con el Kurdistán iraquí. En una breve declaración, el fiscal general de Teherán, Abas Yafari Dolatabadi, señaló, no obstante, que la investigación sigue abierta y que en breve se darán nuevas noticias al respecto.
«Los tres han sido acusados de espionaje. Las investigaciones continuarán en lo que se refiere a los norteamericanos detenidos en Irán», insistió Dolatabadi, en declaraciones divulgadas por la agencia oficial de noticias Irna. Los tres arrestados, que de ser considerados culpables podrían ser condenados a la pena capital, han sido identificados como Shane Bauer, Sarah Shourd y Josh Fattal, quienes fueron capturados el pasado mes de julio cuando caminaban cerca de la frontera entre Irak e Irán, en pleno Kurdistán.
Desde entonces, Washington ha demandado su liberación al alegar que simplemente eran excursionistas que se perdieron y entraron en territorio iraní por error. «Creemos con total convicción que no existen pruebas que sostengan cargo alguno», respondió ayer desde Berlín la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton.
«Vamos a insistir, en nombre de esos tres chicos y de su familias, para que el Gobierno iraní sea clemente, los libere y puedan volver a casa», agregó. Expertos y diplomáticos han sugerido que el momento y las condiciones en que se produce esta acusación podrían estar relacionadas con el pulso que Irán y Estados Unidos sostienen a causa del conflicto nuclear.
Los tres excursionistas fueron arrestados hace cerca de cuatro meses, y apenas se ha sabido de su paradero hasta el pasado 20 de octubre.