El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, conversó ayer por teléfono con el presidente francés, Nicolas Sarkozy, y ambos coincidieron en la conveniencia de que España, por su peso económico, esté presente en la cumbre mundial que revisará el sistema financiero internacional.
Zapatero remarcó que el presidente de turno de la UE es «absolutamente sensible y comprensivo» a la petición de España y está haciendo esfuerzos para que acuda a la cumbre.
La conversación tuvo lugar después de que Sarkozy considerara en el Parlamento Europeo que en la cumbre mundial deberían participar los miembros del G-8 y los del G-5 (las principales economías emergentes), con lo que, en principio, España quedaría al margen.
El argumento defendido por Zapatero, que propuso que a la reunión se invite también a un país árabe, es que no puede dejarse fuera de la cumbre «constituyente» del nuevo modelo financiero internacional a la octava potencia del mundo y a un país con un sistema financiero sólido.
Zapatero reconoció que no ha dado la batalla para estar en el G-8 y que esas estructuras son difíciles de cambiar. «Hay una amplia comprensión, porque la gente sabe lo que pesa España, y vamos a intentarlo; no hay batalla que se gane si no se empieza», manifestó el jefe del Ejecutivo. Las razones objetivas entre países serios y «amigos» tienen peso y se abren camino, añadió.
Por su parte, el PP señaló que la posible exclusión de España en la cumbre es consecuencia de una diplomacia, la del Gobierno, «repleta de errores» y de la «incontinencia verbal» de Zapatero.
Así se manifestado el coordinador de Relaciones Internacionales del PP, Jorge Moragas, para quien los «errores» del jefe del Ejecutivo en política exterior han conducido a España a «una posición periférica» en la escena internacional, lo que no favorece en absoluto los intereses del país.
Tras recordar unas declaraciones del jefe del Gobierno sobre su deseo de que España no forme parte del G-8, Moragas puntualizó que por esa razón Zapatero se ve obligado ahora a llamar al presidente francés para que España «no quede marginada» de un evento que será de «gran importancia», similar a lo que en su momento significaron los acuerdos de Bretton Woods.