El uso de armas de fuego por parte de jóvenes contra la policía en los disturbios a las afueras de París ha sembrado la alarma al suponer una escalada en la guerrilla urbana con respecto a la ola de violencia que asoló cientos de barrios conflictivos de Francia durante tres semanas hace dos años.
82 policías resultaron heridos el lunes por la noche, varios de ellos gravemente, alcanzados por plomos disparados por jóvenes armados con fusiles de caza o escopetas de granalla, en los enfrentamientos en Villiers-le-Bel, donde, al igual que en otras cinco barriadas, ardieron coches, edificios públicos y privados. Mientras, alcaldes, sociólogos y políticos advierten de que desde 2005 prácticamente nada ha cambiado en esos barrios, focos de desempleo, exclusión y con muchos habitantes procedentes de la inmigración, donde la tensión sigue igual de fuerte y que son un «polvorín» que puede saltar por la más mínima chispa.
El detonante que ha desatado dos noches sucesivas de violencia fue la muerte el domingo en Villiers-le-Bel, al norte de París, de dos muchachos de 15 y 16 años, que circulaban sin casco en una moto no homologada y que colisionaron con un coche de la policía.
Hace dos años, la muerte por electrocución de dos adolescentes en Clichy-sous-Bois (afueras de París), que se habían refugiado en un transformador eléctrico al creerse perseguidos por la policía, causó tres semanas de violencia en cientos de barrios en todo el país que llevaron a las autoridades a decretar el estado de emergencia.