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Toque de queda en Birmania para acallar las protestas de los monjes

La última manifestación llevada a cabo ayer en favor de la democracia reunió a más de 150.000 personas

EUROPA PRESS-RANGÚN
La junta militar de Myanmar, antigua Birmania, impuso el toque de queda desde el atardecer en las dos ciudades más importantes de la nación asiática, para intentar frenar protestas contra el Gobierno.

La medida se tomó luego del despliegue de las fuerzas de seguridad en la ciudad de Rangún, una medida también destinada a apaciguar la manifestación más grande en cerca de 20 años en el país.

Soldados y policías armados con rifles rodearon la pagoda Sule en Rangún, foco de dos días de protestas masivas lideradas por miles de monjes con túnicas color granate.

En otra posible señal de una próxima confrontación, una fuente bien informada comunicó que una figura emblemática de la democracia, la detenida Aung San Suu Kyi, fue trasladada el domingo a la conocida prisión de Insein, un día después de aparecer frente a su casa para saludar a los monjes que marchaban.

Anuncios por altavoz en la ex capital, Rangún, y la segunda ciudad del país, Mandalay, informaron que el toque de queda entraría en vigencia desde las 21.00 hasta las 05.00 hora local.

También anunciaron que la ciudad estaba ahora bajo control directo del comandante militar de Rangún por 60 días.
Todas estas medidas llegan cuando el mismo día que cerca de 150.000 personas encabezadas por monjes budistas se manifestaciones en favor de la democracia, las amenazas de la Junta Militar de Birmania (Myanmar), que ya da señales de que se prepara a sofocar la creciente rebelión del país.

El presidente de la Junta Militar, general Than Shwe, considerado un experto en la guerra psicológica, se reunió con su jefes en su cuartel general de Napydaw, mientras los tenaces monjes movilizaban un día más a decenas miles de personas en Rangún y otras ciudades del país, indicaron medios de prensa birmanos. Las movilizaciones se repitieron pese a que las autoridades recorrieron las urbes a lo largo del día para advertir desde los camiones y por medio de megáfonos, que cualquiera que observara las protestas podía ser condenado a una pena de tres años de cárcel.

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