CHEMA ORTIZ-KABUL
Pese a la tranquilidad y la alta participación en los primeros
comicios presidenciales de la historia de Afganistán, la jornada
electoral se ha cerrado con sabor amargo por la denuncia de
ilegitimidad hecha por 15 de los 18 candidatos. Los quince
aspirantes, que se oponen al presidente interino y favorito en las
elecciones, Hamid Karzai, señalaron que el proceso se había
desarrollado de manera «irregular» e «ilegítima» y anunciaron que
no reconocerían los resultados.
En consecuencia, pidieron al Cuerpo Conjunto de Gestión Electoral (JEMB), encargado de supervisar los comicios, su «suspensión», tras comprobar que la tinta con la que se marcó a los votantes de algunos colegios en un dedo para que no pudiesen repetir el sufragio se eliminaba fácilmente lavándose las manos o rascando, con o que el mismo elector podría haber votado más de una vez.
Ahmad Shah Ahmadzai, uno de los candidatos que piden la suspensión de los comicios, señaló que «esta situación es muy grave y pude afectar de manera importante al resultado y la legitimidad de quien salga elegido». Otro, Abdul Latif Pedram, responsabilizó de la «ilegitimidad» de los comicios, en primer lugar al presidente de EEUU, George W. Bush, en segundo lugar a Karzai, apoyado por el gobernante norteamericano, y en tercer lugar a la Misión de Naciones Unidas para Afganistán (UNAMA), que ha sido la que ha llevado la mayor parte del peso de la organización de estas primeras elecciones presidenciales afganas.
«Si Bush quiere poner un presidente en Afganistán, que venga y lo haga, pero que no llame a esto elecciones», apostilló Pedram, cuya intención expresa al volver a Afganistán hace unos meses era echar a Karzai de la Presidencia. Sin embargo, el JEMB, compuesto por Naciones Unidas y un comité afgano, se negó a aceptar la petición de suspender las votaciones, en un escrito en el que admitía que, «dada la complejidad de este proceso electoral, son inevitables algunos problemas técnicos».