El Tribunal de Seguridad del Estado turco conmutó ayer por cadena perpetua la pena de muerte que pesaba sobre el líder del independentismo kurdo, Abdulla Ocalan, en un intento de Ankara por acercarse a la Unión Europea (UE). Ocalan fue detenido por los servicios secretos turcos a principios de 1999 en Kenia y condenado a la pena capital a fines de ese mismo año en Turquía, tras ser encontrado culpable de atentados en los que murieron más de treinta personas. «Yo no soy ningún traidor, sólo he luchado por mi la liberación de mi patria», fueron entonces sus últimas palabras antes de ser ingresado en la prisión de Imrali, en el Mar de Marmara y donde aún, en la actualidad, es el único reo.
Líder histórico del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), Ocalan es la figura más carismática de la comunidad kurda de Turquía, compuesta por más de catorce millones de personas. Según fuentes diplomáticas y observadores locales, la decisión estaría vinculada a los intentos de este país de satisfacer las exigencias de la UE para aceptar la candidatura de Turquía de pasar a formar parte de los Quince. Esos requerimientos incluyen el reconocimiento de los derechos básicos de minorías como la kurda y la supresión de la pena de muerte, una medida que había sido aprobada por el Parlamento turco pero que se desconocía si tendría efecto retroactivo sobre las sentencias dictadas y pendientes de ejecución.
Tras su rocambolesca detención en Nairobi -donde agentes turcos le apresaron y metieron en un avión sin el aparente consentimiento de las autoridades kenianas- la situación de Ocalan suscitó una oleada de protestas por parte de organismos de defensa de los derechos humanos y de grupos kurdos en Turquía y en el exilio. A la corriente de solidaridad en el interior y en el exterior también se unieron responsables de algunos países occidentales, que redoblaron ante Ankara sus esfuerzos de mediación en favor del líder independentista kurdo.