Cientos de extremistas extranjeros murieron ayer en un confuso episodio cuando intentaban fugarse de una cárcel en Mazar i Sharif, mientras la Alianza del Norte cantó victoria en Kunduz, donde apenas ya hay focos de resistencia talibán. Los extremistas extranjeros que se rindieron o fueron capturados en Kunduz murieron cuando intentaban fugarse de la cárcel de «Qalai Jangui», a las afueras de la norteña Mazar i Sharif y se enfrentaron durante la noche a sus guardianes, informó la Alianza.
El motín se produjo cuando en un grupo de 600 prisioneros, del millar alojado en el recinto, varios trataron de arrebatar sus armas a los guardianes que les custodiaban. Los presos rompieron las puertas del acantonamiento e intentaron escapar en masa, pero fueron masacrados por los milicianos de la Alianza que guardaban la prisión con el apoyo de carros de combate, cohetes y aviones estadounidenses, según diversas fuentes.
El presidente de Afganistán, Burhanudín Rabani, aseguró ayer en una conferencia de prensa en Kabul que «respetamos todas las leyes internacionales, no hemos matado a ningún prisionero y los únicos muertos, lo han sido en combate». No quedó claro si Rabani conocía lo ocurrido en la prisión cuando se refirió al tratamiento que la Alianza otorga a los prisioneros o habló en términos generales al respecto ante informaciones sobre indiscriminados ajustes de cuentas por ambos bandos.
Mientras tanto, en Kunduz, último reducto talibán en el norte del país, integristas afganos y extranjeros sostenían ayer sus últimas posiciones. La Alianza aseguró que controlaba el 70 por ciento de Kunduz, gracias a su casi triunfal entrada desde el suroeste, mientras quedaban algunos grupos armados peligrosos en el este de la urbe.