Aparentemente, se trata de una casualidad: dos organizaciones palestinas diferentes escogieron el mismo día y la misma ciudad para cometer sendos atentados. Las dos bombas que estallaron ayer en Jerusalén dejaron el saldo de un muerto "el autor de uno de los ataques" y varios heridos y una difícil situación para el nuevo Gobierno israelí de Ariel Sharon, que parece estar descubriendo ahora que no es tan fácil poner fin a la violencia.
El primer explosivo se encontraba en un coche bomba que estalló a primera hora de la mañana en el área de Talpiot Este. Se trata de una zona industrial en el sur de Jerusalén, escasamente poblada. De hecho, aunque el vehículo quedo completamente calcinado, la detonación sólo causó heridas leves a cinco personas. En un comunicado difundido poco después, la organización radical Yihad Islámica reivindicó el atentado, y advirtió que «no será el último». El comunicado dirigía además duras críticas contra el presidente palestino, Yasir Arafat, y la Cumbre Arabe que se celebra estos días en Ammán. El grupo terrorista calificó de «mendigos indignos» a los líderes árabes por pedir una fuerza de protección internacional para los palestinos en vez de «unirse a la guerra santa para liberarlos».
Pocas horas después estallaba un segundo artefacto, en el otro extremo de la ciudad, en la zona conocida como «La Colina Francesa». En este caso, se trataba de un «atentado suicida» que costó la vida a su autor y causó heridas graves a otra persona y heridas leves a media docena más. Al parecer, el terrorista había levantado las sospechas del conductor y el pasaje de un autobús, al abordarlo con una bolsa de mano, por lo que fue obligado a bajarse. Fue entonces cuando estalló el artefacto, un explosivo con metralla de clavos que el autor del ataque llevaba pegado al cuerpo. Aunque a última hora de ayer ningún grupo había reivindicado este segundo ataque, el método utilizado apunta a las Brigadas Izzedim al-Kassem, brazo armado del movimiento islamista Hamás, también contrario al proceso de paz y a Arafat.
Se da la circunstancia de que el primer ministro israelí, Ariel Sharon, se encontraba precisamente reunido con su gabinete de seguridad, discutiendo el atentado de la mañana, cuando recibió la noticia del de la tarde. Los dos atentados llegaron a pocas horas de la muerte también ayer en Hebrón de la hija de un colono por disparos palestinos y la presión es cada vez mayor para que el primer ministro tome las medidas drásticas que prometía durante la reciente campaña electoral. Para muchos, Sharon parece estar descubriendo que no hay «recetas mágicas», como declaraba, en su defensa, el alcalde de Jerusalén, Ehud Olmert, él mismo un notorio «halcón».
Además, un niño palestino de once años murió anoche por disparos de soldados israelíes cerca de Hebrón, Cisjordania, informaron fuentes médicas palestinas, lo que acrecentó aún más si cabe la tensión en la zona. Se trata de Mohammad Al Darwiche, quien fue alcanzado de un balazo en el pecho durante enfrentamientos cerca de la localidad de Dura, en inmediaciones de Hebrón. Su deceso fue constatado en el hospital Al Ahli de Hebrón, adonde había sido trasladado.