El Gobierno de la República Democrática del Congo (RDC) anunció oficialmente ayer la muerte del presidente Laurent Kabila y puso fin a la incertidumbre sobre la suerte del mandatario tras el atentado que sufrió el martes. El anuncio fue realizado por el ministro de Comunicación y portavoz del Gobierno congoleño, Dominique Sakombi, quien leyó ante las cámaras de televisión un comunicado en el que dijo que el deceso se produjo a las 10:00 hora local (la misma hora en Balears) del jueves, aunque no reveló quién está detrás del asesinato.
La versión contradice las informaciones divulgadas el martes por fuentes diplomáticas occidentales, según las cuales Kabila habría muerto en el acto y en el lugar del ataque, que tuvo como escenario el palacio presidencial de Marmol de Kinshasa. El cadáver del líder congoleño se encuentra en Harare, donde permanecerá hasta su repatriación el domingo a Kinshasa, donde está previsto que el martes sea enterrado con honores de héroe nacional.
Las autoridades congoleñas habían informado el miércoles de que Kabila fue trasladado a la capital zimbabuense para recibir tratamiento médico, pero desde entonces habían mantenido un absoluto mutismo sobre el estado de su líder. El Gobierno de Zimbabue -firme aliado de la RDC- había informado ese mismo día de que Kabila falleció en el avión en el que era trasladado a Harare, según una versión que tampoco coincide con la divulgada anoche por Sakombi.
La confusión sobre la situación de Kabila tras el atentado, -perpetrado por el jefe de su seguridad personal, que fue abatido por otros guardaespaldas del mandatario- había sembrado el desconcierto tanto entre la población congoleña como en el seno de la comunidad internacional. Pese a la falta de certezas sobre la suerte de Kabila, la desaparición del mandatario se daba como segura en las cancillerías occidentales, sobre todo después de que su hijo Joseph, de 29 años, fuera nombrado el miércoles nuevo hombre fuerte, en un proceso de transición que se produjo de manera pacifica.