La muerte del ex primer ministro Keizo Obuchi, ayer, seis semanas después de sufrir un derrame cerebral, deja a Japón sin uno de sus políticos más populares de los últimos cincuenta años, un líder que puso al país en las vías de recuperación de su crisis económica. El hospital Yuntendo de la capital informó de que Obuchi murió a los 62 años de edad, rodeado de sus familiares, su esposa y sus tres hijos, tras empeorar sus constantes vitales y sin haber salido del estado de coma en el que cayó varias horas después de ser internado.
El político fue hospitalizado la madrugada del 2 de abril tras haber mantenido una frenética agenda de contactos políticos que no lograron impedir el abandono de la coalición tripartita gubernamental por el Partido Liberal, el menor de los tres que la formaban.
Tras divulgarse la noticia de su muerte, las grandes figuras de la política, empresa, el mundo académico y el de las artes japonesas se acercaron al hospital para presentar sus condolencias a la familia.
El féretro con su cadáver fue llevado en automóvil a última hora de la tarde a su casa, en un recorrido que incluyó como homenaje póstumo la residencia oficial del primer ministro, la corte Suprema, el Parlamento y otros ministerios del centro de Tokio. Su repentina enfermedad produjo una minicrisis por la sucesión y tuvo que ser el ministro Secretario y Portavoz del Gobierno, Mikio Aoki, quien en un controvertido anuncio decidiera la disolución del Gobierno para nombrar su sucesor y evitar un mayor vacío del poder.