El dictador chileno Augusto Pinochet llegó ayer sonriente y en un sorprendente buen estado de salud al aeropuerto internacional de Santiago, donde fue recibido por unas 300 personas, entre ellos miembros de su familia, militares, los jefes de las distintas ramas de las Fuerzas Armadas, ex ministros y funcionarios de su Gobierno y parlamentarios de los dos partidos del centro-derecha chileno.
El avión de la Fuerza Aérea de Chile en que viajaba realizó un largo vuelo de 24 horas desde que despegó ayer de la base aérea de Waddington, en Reino Unido. Mediado el viaje, el aparato hizo una escala técnica en la isla británica de Ascensión, donde repostó y esperó cinco horas para llegar a suelo chileno a la luz del día.
Tras 48 horas de insomnio, primero por su espera del fallo del ministro británico del Interior, Jack Straw, y luego por aguardar la llegada del avión, los chilenos se sorprendieron al ver a un general Pinochet más parecido al mandatario que administró «con mano dura» los destinos del país durante 17 años, que al anciano con rostro blanquecino y dolorido que mostraban las últimas imágenes llegadas del militar.
Al ritmo de los aplausos de su comitiva de bienvenida y de las melodías militares que una banda militar interpretó para recibirle, el general fue bajado del avión con un curioso sistema. Un camión-rampa lo retiró de espaldas y lo hizo aparecer de frente al público. Sonriente, con la ayuda de varios jóvenes militares, se bajó de la silla y apoyado en su bastón caminó lentamente para saludar a sus hijos, nietos y otros familiares. No obstante, el primer abrazo fue para el actual comandante en jefe del Ejército, el general Ricardo Izurieta, y su esposa, Beatriz Linzmayer, quienes le saludaron largamente. A continuación, el senador vitalicio, reconociendo a todo el mundo, fue recibido por sus familiares. Pinochet no derramó una lágrima y se mantuvo siempre lúcido y sonriente.
Finalmente, cuando el ex dictador se disponía a acercarse a saludar a sus seguidores, los militares que le acompañaban cambiaron de planes y le dirigieron con firmeza, pero sutilmente, a saludar a la tripulación de un helicóptero Puma del Ejército, en el que fue trasladado al Hospital Militar, situado en la zona centro-este de la capital chilena.